Ya es algún tiempo que en el lugar donde vivo tenemos una huerta, todas las yerbas que consumimos vienen de ésta, sí, esta huerta en la cual yo misma, lo confieso, no había sembrado ni una lechuga… con el inicio de la pandemia y sin tener quien nos ayudara, ¡nos vimos en la necesidad de que, como familia, nos encargáramos de cuidarla y mantenerla!
“La huerta” empezó a ser el lugar donde todos y cada uno de la familia encontraba un espacio para relajarse y calmar la angustia y la ansiedad propia del momento; mi esposo empezó a darle forma a unas plantas de mora que habían crecido todas desordenadas, guió sus ramas, podando las viejas y dejando así crecer a las nuevas, observé su mente matemática, analítica, ordenada, sabiendo a dónde ir, hacia dónde “templar los hilos”; mis hijos varones, no me había dado cuenta, eran dos hombres ya, podían usar una pala, la carretilla, el pico, ni en sueños los hubiera visto trabajar así… pero ahí estaban trabajando en la huerta!; Rafaela, ejercitando la paciencia, separando las semillas para recogerlas; es increíble lo generosa y abundante que es la naturaleza, yo que en un inicio no quería que ni una semilla se pierda, al final pude observar que éstas salen por montones, lo que se pierde es la cuenta…
En cuanto a mí, descubrí que mi actividad favorita en “La huerta” es la desyerba, en cuclillas sobre el terreno, a veces con guantes para que las ortigas no piquen, otras con las manos en contacto directo con la tierra, separando los pequeños brotes de las plantas de hortalizas de tréboles, ortigas y otras yerbas que crecen arbitrariamente y con tanta fuerza, que de un momento al otro las matitas han desaparecido entre éstas… he observado como cada planta tiene su manera de crecer, de echar raíces, me asombra la fortaleza de las denominadas “malas yerbas”, crecen por doquier y sin ser invitadas, en cambio que para que las semillas, matitas sembradas prendan, se fortalezcan y crezcan requieren de trabajo y cuidado, es necesario limpiarles el terreno, crearles el espacio, darles la luz, los nutrientes.
Sí, “como es afuera es adentro” dicen y esta práctica externa es increíble cómo ha ordenado mi mundo interno, me ha mostrado esta necesidad constante de una desyerba de mi terreno mental, hacer caso omiso de la maleza (miedos, condicionamientos, limitaciones mentales) asfixia y ahoga cualquier idea creativa que quiere surgir, es necesario despejar el terreno, ¡dejar espacios vacíos limpios para que nuevas ideas puedan ser sembradas y crecer en éste! (O)