OPINIÓN|
Con esta frase, como lema pronunciado por George Floyd, cuando moría asfixiado, por la rodilla de un policía, que le coloco sobre su cuello, durante casi nueve minutos, produciéndole la muerte al afroamericano; lo que ha provocado la ira y un movimiento de protesta histórica, que cruzo las fronteras de Estados Unidos; y reaviva las aspiraciones de cambio.
Las manifestaciones por la muerte de Floyd, amenaza a desafiar a la pandemia del coronavirus; para manifestarse contra las desigualdades sociales y la brutalidad policial, el descontento alcanzo las propias bases del partido de Trump, que ha minado su prestigio, y se erosiona entre sus electores evangélicos, enfrentándose a los gobernadores, a la alcaldesa de la ciudad de Washington; pues solo en el distrito de Columbia donde se halla la Casa Blanca, consiguió desplegar al ejército, como quería hacerlo en todo el país, y limitar constitucionalmente el derecho a la protesta.
El hecho de haber sido humillado, no solo por el jefe del pentágono en abierta disidencia, tuvo la ocurrencia de ordenar la disolución de los manifestantes pacíficos, con gases lacrimógenos y el uso intimidante de un helicóptero artillado, para que pueda el señor Trump cruzar la plaza, frente a la Casa Blanca, y posar con la Biblia en la mano ante una iglesia frecuentada por los presidentes, donde exhibió la consigna de ley y orden, con lo que pretende vencerlos en las próximas elecciones.
La crisis sanitaria y económica, se ha convertido en crisis de Estado; por la represión policial, por el solo hecho de manifestarse pacíficamente. Trump se halla cada vez más aislado, por efecto de las extralimitaciones de la policía. Con Trump no hay ley ni orden, sino vulneración de derechos en el mundo. (O)