OPINIÓN|
Una frase con frecuencia repetida ha sido “Esperar Contra Toda Esperanza. Creo que en las circunstancias que vivimos cobra más fuerza. El pasado, pasado está, y no podemos cambiarlo, aunque estemos en condición de regodearnos con algunos acontecimientos gruñir frente a otros. El futuro está por hacerse y, con un razonable grado de certeza, considerar que lo que hoy proyectamos, se hará realidad. La vida humana tiene pautas y normas, que nos posibilitan hacer proyectos pequeños o grandes, hay situaciones como la presente en que muchas expectativas desaparecen o se debilitan.
Para hacer realidad perversidades como las guerras o mejorar las condiciones de vida contamos con la creatividad y, en lo chico y lo grande, todos las tenemos esta aptitud que se rutinariza si el mundo sigue igual, o que nos sacude cuando hay cambios positivos o negativos. La pandemia que vivimos tiene un componente desconcertante: la incertidumbre que nos puede llevar a poner en duda la arrogancia humana que nos dice que todo tiene solución y que los gigantescos avances de la ciencia superan todos los problemas y dudas. Que todo es superable para nuestra condición de humo sapiens.
Un elemento positivo de esta situación es el forzado aislamiento que, a gusto o disgusto, nos lleva a husmear nuestro mundo interior. Optimismo y pesimismo son dos posiciones contradictorias en la vida. Es necesario que nos esforcemos por no dejarnos aplastar por el pesimismo. Las condiciones personales tendrán salida a corto o largo plaza y el ordenamiento mundial requiere cambios que superen el individualismo y la codicia y nos planteen que no somos entes aislados sino parte de una amplia colectividad, Hay que “esperar contra toda esperanza”. (O)