EDITORIAL|
El sector turístico es sin lugar a duda de los más severamente golpeados por la pandemia del Coronavirus. El problema -desde luego- no es solamente de nuestro país. Es un problema del mundo entero. Grandes cadenas turísticas, hoteles, compañías aéreas internacionales que tenían gran fortaleza han sucumbido ante el golpe demoledor. Los efectos negativos son grandes e innegables. Eso está fuera de discusión. Queda por delante apoyar a este sector del cual dependen miles de compatriotas que trabajan en las distintas actividades ligadas directamente al sector turístico. Y ese apoyo debe venir tanto del estado central como de los gobiernos locales.
El turismo en nuestro país venía creciendo en forma sostenida y haciendo grandes esfuerzos para atraer tanto a nacionales como extranjeros que aprecian las bondades y atractivos que brinda nuestro país. Existen numerosas comunidades rurales que han creado emprendimientos, muchos de ellos con renombrado éxito. Lamentablemente estos esfuerzos se han visto diluidos por efecto de las secuelas de la pandemia. El problema se torna mayor si se considera que los recelos generados con toda razón por el miedo al contagio no están llegando a su fin, sino que lamentablemente se mantendrán por bastante tiempo mientras no exista una vacuna y una cura segura para el COVID-19.
Hay personas que piensan equivocadamente que apoyar al sector turístico es privilegiar a un grupo relativamente pequeño de empresarios turísticos y de propietarios de hoteles o agencias de viaje. La verdad es que detrás de esas empresas que son la cara visible de la actividad turística hay miles de ciudadanos que hacen posible que funcionen esas empresas de aviación, entretenimiento, comunicación y servicios. Los transportistas perjudicados por la falta de turismo son igualmente numerosos, además de personal de secretaría, limpieza, mensajería, que por ahora hacen parte de ese ejército de desocupados.