OPINIÓN|
En la edad media, embarcaciones podían tener la autorización de los reyes para atacar libremente a otras consideradas del enemigo, lo que, con el tiempo sirvió para que piratas y corsarios puedan a su arbitrio realizar sus fechorías. No hay que olvidar que el pirata inglés Francis Drake recibió de la reina la categoría de “SIR” Era una estrategia para, al haber fuertes rivalidades o guerra, los monarcas contaran con el apoyo de este tipo de depredadores.
En nuestros días se recurre a este calificativo para referirse a funcionarios que actúan irresponsablemente para cumplir “mejor” las gestiones gubernamentales. En una democracia la observancia de las leyes garantiza la libertad e igualdad ciudadana, debiendo dar ejemplo los que desempeñan funciones públicas. Bien está que en muchos casos deben dar muestras de lealtad a los gobernantes, pero actuar al margen de las leyes es desprestigiarlos.
Hace algunos días el contralor llamó la atención a tres vocales del Consejo Nacional Electoral por haber tomado decisiones sin cumplir los preceptos legales. Los inculpados se han rasgado las vestiduras alegando que se trata de una intervención en el proceso electoral presidencial y no han faltado adláteres que piden juicio político contra el contralor. Es esencial en una democracia la absoluta autonomía de este consejo para garantizar las elecciones, pero eso no quiere decir que pueden actuar a su arbitrio pretendiendo gozar de patente de corso.
Esta actitud, una vez más echa sombras sobre el organismo electoral que debe dar el mejor ejemplo de cumplimiento de las leyes. La contraloría no puede hacerse de la vista gorda ante posibles quebrantamientos. (O)