OPINIÓN|
Lo que más resuena son las elecciones 2021. Desde los descendientes del “pan, techo y empleo” hasta imágenes que nos recuerdan el amargo Feriado Bancario. Los ecuatorianos vigilantes de la corrupción, que es casi un precepto público. Representación es una utopía, poner el hombro significa el aumento patrimonial de unos pocos y pérdida de empleo y esperanza para las mayorías. La pandemia no rompió el sistema, expuso un sistema que ya era decadencia. Evidenciamos eso en la estructura sanitaria, educativa, en los testimonios de pueblos y nacionalidades indígenas que manifiestan el abandono gubernamental en plena presencia viral. No han sido atendidos y siguen simbolizando la lucha de la comunidad y el rostro de la omisión. Somos conscientes de las muertes, la pobreza, el hambre y en las cadenas solo escuchamos “responsabilidad”. La indignación es general y se anhela atención social, no candidaturas. Memoria es lo que siempre debe permanecer, no repetir patrones políticos que han herido la dignidad del pueblo. No es momento de hablar de procesos electorales, es tiempo de resonar la voz de los pueblos olvidados durante la pandemia y abandonados históricamente. (O)