«Lengua de mis abuelos habla por mí,
no me dejes mentir.
…
En ti confío
En tu sabiduría pulida por el tiempo», Efraín Bartolomé.
La añoranza permite recrear el tiempo y observar como en un eterno presente están sembradas las raíces del corazón –“domicilio del alma” como alguien poéticamente lo llamó-, donde están a flor de tierra.
Quien abre los surcos y cultiva amoroso las semillas es también un sembrador intelectual que anda por el campo en un anhelo de plantar cuerpo y alma literaria, labrándolo con cuidado igual que las abejas que marcan las flores donde hallarán néctar delicioso sus compañeras de colmena, para que los descendientes que vendrán disfruten el destino bellamente humano que prodiga la naturaleza con sus encantos de flora y fauna, de montaña, de mar y de cielo, que rodean y cobijan la vida, sin que muchas veces se note su perfección y hermosura.
Siembra paciente y cariñosa . ¿Es herencia acaso la inteligencia? Familias enteras de artistas, de poetas, de científicos; estirpes en las que se repite la profesión de los antepasados formando linajes de abogados, médicos, ingenieros, pintores, poetas. Hay ciudades enteras que se caracterizan por la tendencia cultural de sus habitantes, urbes “domicilio” … de músicos, de poetas, de artesanos, de navegantes. ¿Tendrán algo que ver los genes?, ¿Será la educación, la costumbre? (O)