OPINIÓN|
El derecho a la vida es un derecho universal a todo ser humano, sin el cual ningún otro se patentiza. El tercer artículo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos reza: “Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y la seguridad de la persona”.
Ergo, para su materialización es necesario tener bien claro que la salud es la substancia de la vida. El instrumento de la salud es la medicina, que cuando social se transforma en un derecho que tiene que ser financiado por el Estado, entidad depositaria de los bienes del pueblo.
Para cumplir con este especial postulado el Estado debe dar prioridad absoluta a la salud, ubicándola como principal objetivo. Entonces, el rubro para la salud debe estar por encima de cualquier otra actividad y sus administradores deben ser calificados, profesionales de calidad científica y humana. Deplorablemente en el país no ha ocurrido así, por contra, los ministros y subsecretarios, directores y ahora los gerentes, han sido improvisados e incompetentes, además de impúdicos. Claro, con excepciones descollantes como del Director Médico Técnico del IESS de esta ciudad.
Llegada la pandemia del SARS-Cov-2 y en viendo los muertos que se desparramaban en las calles, la Ministra de Salud de entonces huyó despotricando contra el Gobierno, mientras éste enigmáticamente lo ubicó en la Costa con otro cargo y designó a un epidemiólogo con un portentoso currículo vitae, incluido un premio concedido por el Departamento de Justicia de los EE.UU. como “Extranjero con habilidades extraordinarias”.
Al poco de posesionado, Juan Carlos Zevallos empezó a mentir de manera consuetudinaria sobre los contagios y muertes por Covid-19, desoyó los actos de corrupción en las dependencias a su cargo y falseó con la aplicación de la Ley Humanitaria y las deudas pendientes con el personal de salud. En más, se convirtió en cínico al decir que cumple con la Ley y que está al día en el pago a los médicos contratados, rurales e internos.
De ahí que su historial quedó en tela de duda, habiéndose más bien ganado el mote de “Ministro de falsedades extraordinarias”. Es hora de que el Gobierno de la Corruptura de los 25, releve de sus funciones a este ciudadano por inepto y mentiroso. (O)