La crisis en el transporte aéreo provocada por la pandemia de COVID-19 podría suponer la pérdida de 46 millones de empleos en el mundo, entre ellos 4,8 millones de puestos de trabajo directos en las compañías de aviación, advirtieron hoy responsables del sector.
«Ante la expectativa de que el tráfico aéreo este año sea sólo la mitad del registrado en 2019, sabemos que muchos empleos en el sector y el resto de la economía corren peligro, y muchas compañías están tomando difíciles decisiones», lamentó el director del Grupo de Acción en el Transporte Aéreo (ATAG), Michael Gill.
Los 4,8 millones de puestos de trabajo directamente amenazados «podrían perderse antes del comienzo del próximo año, lo que supondría una reducción del 43 por ciento respecto a las cifras previas a la COVID», en las que el sector daba empleo a 11 millones de empleados, subrayó.
El impacto podría además afectar a más de 40 millones de empleos adicionales, incluyendo los sectores turístico y hostelero, explicó el máximo responsable de ATAG, que aúna expertos y asesora a la Asociación Internacional del Transporte Aéreo (IATA).
Ese transporte influye directa e indirectamente, según el experto, en más de 87 millones de empleos globales, por lo que su análisis supondría una reducción a la mitad de toda esa fuerza laboral.
Gill también predijo que el cierre casi total del transporte aéreo que se produjo durante meses, unido a la actual situación, en la que la recuperación está teniendo muchos altibajos, podría significar que el sector no vuelva a tener los niveles de actividad anteriores a la crisis hasta 2024.
En este contexto, el analista consideró «absolutamente necesario para todos los gobiernos hacer lo posible en aras de ayudar a que el sector se recupere, con el fin de recuperar esos empleos y la actividad económica».
Subrayó que esa recuperación «necesita cierta certidumbre, no sujeta a declaraciones aleatorias de cuarentena y constantes cambios en las listas de los destinos que pueden o no pueden aceptarse».
El sector insiste en las últimas semanas en que las cuarentenas, que han llevado a gran parte de la población a renunciar a volar en los próximos meses, sean sustituidas lo antes posible por pruebas rápidas de COVID en los aeropuertos, previas a los despegues.
«Sabemos que es difícil tomar esas decisiones, pero en la medida en que la capacidad de hacer test mejora y la perspectiva de una vacuna se aclara, esperamos que más estabilidad en los viajes lleve a un retorno más estable del papel del transporte aéreo en la economía», señaló.
Gill hizo público este análisis en el Foro Global de Aviación Sostenible, donde representantes de la industria debatieron el futuro del sector aéreo y aseguraron que pese a la crisis se mantiene su compromiso de hacer que este transporte contribuya menos al calentamiento global.
«La industria aérea tiene el objetivo a largo plazo de reducir las emisiones de dióxido de carbono a la mitad en 2050, y con la ayuda de los gobiernos, la tecnología y el sector de la energía esperamos lograr emisiones cero aproximadamente una década más tarde», aseguró Gill.
El director general de la IATA, Alexandre de Juniac, añadió que la COVID «ha devastado la industria de la aviación, pero trabajamos duro para reconectar el mundo de forma segura y sostenible».
Advirtió, en un mensaje a los gobiernos, que «no es el momento de aumentar las tasas medioambientales que castigan a la gente por reconectar con su familia o contribuyen a la recuperación económica viajando por negocios». EFE