EDITORIAL|
Cecilia Méndez Mora asume el mando del Gobierno Provincial del Azuay en circunstancias políticas, económicas e institucionales muy especiales.
Se constituye en la primera prefecta de la provincia. Un hecho de por sí meritorio e histórico, pero que para dejar huella le demandará esfuerzos, iniciativas, ejecutoriedad, capacidad de diálogo, buen asesoramiento, y propuestas tangibles para conseguir recursos propios a fin de reinvertirlos en vialidad rural.
En su capacidad e integridad está reencauzar el norte que debe tener el GAD del Azuay, ciñéndose en lo que la Constitución dispone que deben ejecutar estas instituciones: riego, vialidad rural, fomento de la producción, la planificación del desarrollo provincial, formulando los respectivos planes de ordenamiento territorial, y la gestión ambiental.
Varias de esas tareas son signaturas rezagadas. En otras, vialidad y riego, por ejemplo, ha faltado una verdadera planificación técnica y económica, que rebase trabajos coyunturales y anclados en el andamiaje electorero.
La Prefectura ha sido usada por la mayoría de quienes la ostentaron para catapultarse a la Alcaldía de Cuenca, a la Asamblea Nacional, y ahora hasta para la Presidencia de la República.
Los sectores rurales del Azuay requieren ser tomados en cuenta como lo que son: actores de su propio devenir; y para eso existen Municipios y Juntas Parroquiales, con los cuales la nueva Prefecta tiene que sumar esfuerzos y establecer prioridades aún en medio de las limitaciones económicas.
Cecilia Méndez, relegada por su antecesor, ha expresado que le preocupa la situación financiera de la institución, la ejecución del presupuesto, amén de cómo estarán las empresas del GAD.
He allí otro reto: exigir que se transparente la información. Dura misión la de la Prefecta; pero su trayectoria política y académica le permitirán capear los vientos fuertes y adversos, aun los que soplarán desde el interior de la propia institución, para llevar a la provincia a buen puerto.