OPINIÓN|
El debate entre Trump y Biden, más allá de lo anecdótico, evidencia una crisis política profunda en el centro del capitalismo mundial y en un país donde la democracia liberal se mostraba institucionalizada y estable, pero ahora hay retroceso.
La instauración política del liberalismo en el mundo tuvo su inicio con las revoluciones inglesa, americana y francesa, y a partir de entonces evolucionaron los sistemas de derechos y garantías, los sistemas electorales, de partidos y de representación, y del Estado Liberal de Derecho se avanzó al Estado Social de Derecho.
Sin embargo, hoy se puede observar a escala mundial y en ascenso en los EE.UU, un retroceso democrático, que se manifiesta en fenómenos tales como racismo, xenofobia, exacerbación del nacionalismo, maltrato a migrantes, enaltecimiento del machismo y patriarcalismo, ataque a la equidad de género, a feministas y ecologistas, desmantelamiento de programas sociales, naturalización de la desigualdad y propagación de concepciones socialdarwinistas y elitistas, sofisticación y represión brutal de la protesta social, violación permanente a la intimidad y persecución con la infotecnología, manipulación descarda de la verdad y de la ciencia desde los poderes económicos y políticos, legitimación de grupos supremacistas blancos, arbitrariedad y autoritarismo de los gobiernos y reducción de la democracia a la mera formalidad, detrás de cuyo telón, la acumulación demencial de riqueza arroja a los pueblos a la miseria y desesperación por sobrevivir. El neofascismo se perfila en el mundo.
El fundamentalismo ideológico de cuño neofascista ha desatado una feroz caza de brujas y lleva a considerar hasta a políticos de pensamiento liberal democrático o incluso conservador pero respetuosos de los derechos, como izquierdistas, haciendo derroche de intolerancia política e ideológica, negadora del pluralismo, de lo que tanto se jactaba el liberalismo. En su sectarismo, ignorancia o quizás intencionadamente confunden a políticos corruptos y ladrones como socialistas y les meten en el mismo saco con líderes históricos que han dado hasta su vida por sus pueblos, con los que incluso se puede tener diferencias, pero dignos de respeto, a diferencia de vulgares mercaderes de la política. (O)