OPINIÓN |
Algunos ya definimos la agrupación política por la cual votar el siete de febrero entrante, tanto para la presidencia de la República como la Asamblea Nacional. Basados, sobre todo, en la personalidad de los candidatos e ideología, no tanto en las promesas y programas presentados al CNE, que siempre cumplen a medias por limitaciones propias o extrañas.
Fortalecen esta selección los sondeos de opinión publicados la semana pasada por las encuestadoras Cedatos e Informe Confidencial, que dan a Guillermo Laso y sus listas (CREO-PSC) el 17%; para Andrés Arauz y compañía (Centro Democrático-Revolución Ciudadana) 16%; Yaku Pérez y los suyos (Pachakútik) 12%. Los restantes partidos están bajo el 4%. Hay un 62% de indecisos. A ellos les comprendo siempre y cuando no signifique quemimportismo hacia un acto trascendental para la vida del país. Es que la soberanía popular más que privilegio es responsabilidad, por lo cual, las naciones tienen el gobierno que se merecen.
Quizás nos fijamos demasiado en los candidatos al Ejecutivo, sin embargo, no debemos descuidar aquellos del Legislativo, tan venido a menos durante el período actual, pues, ha descendido al 2% de aceptación. Y no veo salida próxima ni fácil, porque hay un pro y un contra para los comicios. Favorable considero votar por lista cerrada, pues, propicia la congruencia ideológica, que promete actuaciones coherentes. Lo negativo es la asignación de escaños que favorece a las minorías, quienes luego se venden al mejor postor.
Este desbarajuste parlamentario aumentará con la iniciativa de la bicameralidad y la designación de las autoridades de control estatal, acentuando aún más el característico “toma y daca” no solo en lo político sino pecuniario y burocrático, además de violentar los numerales 10-11-12 del artículo constitucional 208. (O)