OPINIÓN |
No hubo fraude en las elecciones anuladas, donde fui reelecto presidente de Bolivia por el Movimiento Al Socialismo (MAS), sino golpe de Estado, dijo Evo Morales al conocer el triunfo en primera vuelta de su coideario Luis Arce. Desde Argentina que le prestó asilo, añadió que cualquier día retornará al país del Altiplano, con el principal objetivo de reflotar la patria grande a través de UNASUR, ideal del Socialismo del Siglo Veintiuno, como contraparte a la hegemonía norteamericana. Cuenta para ello con el apoyo de los mandatarios venezolano, argentino, cubano, mexicano, nicaragüense, mientras espera que el próximo año retorne a Ecuador la tendencia de izquierda y a Brasil el 2022.
Lo sucedido en Bolivia repercutió inmediatamente en nuestra campaña electoral, por considerarlo un espaldarazo a los candidatos del correísmo, que mediante las redes sociales vienen destacando las obras del mismo, en contraposición al morenismo y sus aliados neoliberales.
Es que éstos, confiados en el 67% de respaldo popular de la consulta pasada, buscaron desaparecer la revolución ciudadana, minimizar sus logros, perseguir a quienes la encarnaron, judicializar la política. Poco han conseguido porque la sociedad lo percibió negativamente, al punto que ahora el presidente de la República apenas tiene el 8% de aceptación.
Cuando dos ciudades importantes: Guayaquil y Cuenca junto a varias poblaciones aledañas cumplen este año el bicentenario de emancipación española, debemos reflexionar sobre la urgencia de alcanzar la unidad nacional y continental. Porque juntos resulta más fácil y efectivo negociar a la misma altura con cualquiera; afrontar problemas como la pandemia del coronavirus, considerada auténtica guerra mundial bacteriológica; superar la pobreza, tener voz y voto en los organismos internacionales. (O)