La Iglesia Católica ecuatoriana espera que en esta próxima Navidad se profundice la comunión familiar y la fraternidad, aunque con un debido distanciamiento físico entre las personas para evitar el contagio del coronavirus SARS-CoV-2, que sigue con su amenaza sobre el planeta.
Así lo expresó a Efe el padre Jhonny Hermida, párroco de la iglesia Nuestra Señora de los Dolores, de la parroquia Armenia, al este de Quito, tras asegurar que la pandemia también ha puesto a prueba la fe y la religiosidad de la sociedad.
Y es que las nuevas restricciones a las reuniones aplicadas por el Gobierno para frenar el contagio del coronavirus, ha trastocado los planes de muchas familias sobre la celebración navideña.
Con reuniones de máximo diez personas y otras restricciones a la movilidad, las autoridades sanitarias de Ecuador pretenden controlar focos de contagio y dar respuesta a un eventual nuevo brote.
Por ello, Hermida aconsejó a los fieles extremar el cuidado biosanitario en estos últimos días del año, cuando también se suele desatar el consumo, ante el tradicional intercambio de obsequios.
El sacerdote recomendó profundizar la comunión, la celebración en el núcleo familiar más cercano y enfocarse en «la esperanza que nos brinda el Nacimiento de Jesús».
«Hay que comprender que el mejor de los regalos es uno mismo, con la honesta capacidad de hacer bien las cosas», dijo el sacerdote ecuatoriano, quien aceptó que la pandemia del coronavirus «ha sacado lo mejor y lo peor» de las personas, e incluso de la misma Iglesia.
El mismo aceptó que en algún momento de la larga cuarentena vio flaquear su fe, aunque ella misma le fue fortalecida con la demostración de esperanza de los propios feligreses.
En este año 2020 «hemos descubierto que no éramos lo todopoderosos que creíamos y que un virus invisible nos puede matar o que una simple mascarilla nos puede proteger», por ello es necesario «mirar con esperanza» la llegada del próximo año, agregó el religioso.
Parafraseó al Papa Francisco, en su carta «Fratellituti», y aseguró que los seres humanos «estamos llamados a vivir la fraternidad».
«Este -dijo Hermida- es un momento de purificación» y es bueno que ya no haya «tanta pólvora ni tanta cosa loca» en los festejos navideños.
«El año 2020 nos ha dejado grandes lecciones», pues ha sido «un año muy duro», pero también «se han aprendido lecciones de vida maravillosas».
Por ello, dijo que hay que preguntarse «¿qué me dejará el Señor escribir en esta página» que se abrirá en blanco el próximo año? y sugirió: «Hagamos de este mundo un lugar mejor». EFE