Una nota de prensa sobre vestigios arqueológicas recientemente estudiados, puestos en valor o algo así, en el Cantón Oña, trae a mi memoria la cordial y elocuente presencia de Don Alfonso Vallejo+, a quien visité frecuentemente, allá, en su Oña natal, para nutrirme con la savia de sus conocimientos sobre historia, geografía, tradiciones, folklore y más bondades paisajísticas y humanas del tradicional cantón azuayo.
Cuando llegué por primera vez indagando por su arqueología, por sus tradiciones, por sitios de interés turístico, en fin, sin dudar me enviaron a donde él, era la memoria del pueblo. Así fue que le conocí y fluyó la amistad; con él visitamos su Oña, como dicen “de canto a rincón”, desde ese museo vivo y compendio de su historia que es la calle Azuay y el centro cantonal, muchísimos sitios de interés turístico y cultural como el Pucara de Oña, a donde fuimos en marzo del 2001.
Un sitio arqueológico a cinco minutos del centro cantonal en un cerro a 2376 msnm, entre las llanuras de Cochapamba y Zhila, con una vista panorámica de toda la hoya, del Putuzhio hasta la colina de Maute, como describía. En la cúspide admiramos tres muros circulares concéntricos de piedra, de 10 metros de diámetro el primero y gran cantidad de material arqueológico disperso. En total, 190 metros lineales de muros de piedra según sus apuntes, que después revisamos minuciosamente en su oficina-museo-biblioteca-café y aula, de todo era.
Vuelve a ser noticia este hito arqueológico y ojalá sea un motivo para su recuperación y puesta en valor en el marco de un prolijo inventario cultural. ¿Y, por qué no?, para reconocer a un pionero del progreso de su pueblo, como don Alfonso Vallejo+, rescatar sus trabajos de investigación, ponerlos en conocimiento y servicio social. Definitivamente, reconocer a sus hijos ilustres y rescatarlos del olvido es un deber y ennoblece a quienes, en nombre de sus habitantes, dirigen los gobiernos locales. (O)