Twitter, la red social más utilizada por el presidente norteamericano, Donald Trump, le canceló definitivamente el servicio junto a su equipo de campaña, aduciendo que incitaban a la violencia. Facebook e Instagram lo hicieron en forma temporal.
Reacciones encontradas al interior del país y en el mundo, provocó la decisión. Demócratas, prensa opositora y el sector empresarial aprobaron, mientras los perjudicados la rechazaron totalmente, preparando esta semana que se posesiona el nuevo jefe de la Casa Blanca, Joe Baden, movilizaciones en 54 Estados de la Unión. Allende las fronteras el mandatario mexicano, Manuel López Obrador, considera abuso de estas plataformas digitales, porque pretenden eregirse en árbitros del pensamiento ciudadano.
La discusión va para largo, pero resulta innegable la importancia de lo virtual como mecanismo de comunicación, para cualquier actividad humana.
Tomemos por ejemplo la política ecuatoriana, concentrada este momento en la campaña electoral, que inició aquí mucho antes de la fecha fijada oficialmente. Con mayor intensidad lo utilizan quienes saben que la prensa tradicional no les favorece, caso de la “revolución ciudadana” (UNES), y su líder ausente Rafael Correa. El tiene constante presencia directa o mediante los coidearios, pese a la condena judicial horas antes de inscribir candidaturas.
Los organismos transnacionales por su parte evalúan el mundo virtual, especialmente el internet para trazar perspectivas actuales y hacia el futuro. No son alentadoras para América Latina y El Caribe. Aquí los trabajos en línea que miden la “economía del conocimiento”, representan apenas el 20 %, según el FMI, siendo las restantes actividades manuales y primarias sin valor agregado. Los pueblos adelantados alcanzan el 50 % y aquellos intermedios el 35 %. (O)