La memoria no debería servir solamente para recordar la clave de wifi o las canciones que más gustan. Debería servir para recordar- sobre todo en tiempo de elecciones-los errores del pasado, para no repetirlos.
No podemos olvidar los millones de dólares que se fueron por las alcantarillas de la corrupción a través de contratos con coimas en los más altos estratos. Un ex presidente sentenciado y prófugo, dos vicepresidentes sentenciados y cesados en sus funciones; fiscales, contralores, jueces, legisladores (así con minúscula) prófugos, evidencian los niveles a los que llegó la corrupción. Siguen libres desde luego comecheques, y pillos menores que disfrutan de la mayor impunidad de nuestra historia.
No debemos olvidar cómo se persiguió a los medios de comunicación, valiéndose de jueces de juguete y de lambones ascendidos a pesquisas de la prensa para cumplir servilmente las órdenes del caudillo que los sábados dictaminaba a quienes perseguir y acallar.
La memoria debe servirnos para recordar cómo se ensució la justicia nombrando serviles empleados en vez de jueces, en los más altos niveles de la administración de justicia, devenida en dócil instrumento para cobrar venganzas viejas y nuevas.
Debe servir para recordar obras que fueron pretexto para dilapidar millones de dólares en refinerías fantasmas, aeropuertos abandonados y puentes que no llevaban a ninguna parte o carreteras con sobreprecios dignos de Macondo o de Ecuador…
Para recordar cómo se quitó autonomía a las universidades, se envileció al servicio exterior, se creó una Gestapo para controlar a los ciudadanos, se persiguió a los indígenas y se acabó con el gremio de profesores.
La memoria debe servirnos para ir a votar, sacrificando comodidades y para no repetir los trágicos errores de estos años. De lo contrario no nos quejemos. (O)