Encapotado y feo estaba el cielo. Los participantes del sainete tenían puestos sus ojos en la neblinosa cúpula. Un punto diminuto fue divisado y en seguida, luego de señalar con el dedo su apenas perceptible y lejana imagen, se desató un estruendoso aplauso entre la comitiva. Grandes tanqueros cisternas se colocaron en postura de tiro, uno frente al otro, listos para la andanada acuática que como arco triunfal recibiría el fuselaje de la esperada aeronave. Chirriaron llantas en el asfalto y el estruendo de turbinas para conseguir frenado, ensordeció conversaciones y risas. Carreteo el avión y logró parquearse en un lugar previamente estudiado y planificado y la bandera tricolor, tantas veces pisoteada, flameaba perezosa. Una tarima previamente instalada con alto parlantes y la infaltable alfombra roja, eran el escenario donde enhiestos y risueños, gobernantes, autoridades, ministros, sonreían llenos de júbilo. Abrió sé una puerta del fuselaje y una gran caja cubierta con bandera y leyenda como en los más sentidos funerales, se leía “trabajamos por el futuro ecuatoriano” las vacunas arribaban en medio de excitación y esperanza de todos. Sendos discursos que, en grandilocuente oratoria, trataban de llegar al pueblo asegurando que, con estas esperadas vacunas empezaba el fin de la pandemia. Todo un contingente militar con varios carros de guerra, soldados armados prestos a cualquier lucha, sirenas que cundían el ambiente con su ominoso ulular, custodiaban la valiosa carga de vacunas. Una vez abierto el contenedor madre, se sacaron pequeñas cajitas térmicas que se distribuyeron a las tres principales ciudades y sus sitios de vacunación y con un morrocotudo despliegue militar fueron llegando a destino. Enormes camiones, armas, uniformes, cascos, motos y toda una gran movilización militar y policial que se veía ridículamente desproporcionada ante el tamaño pequeñísimo del termo depósito que guardaba las escazas, pero salvadoras dosis inmunitarias, irrumpieron en medio de miradas curiosas. El Ecuador requiere veinte millones de vacunas como mínimo para inmunizar a su gente con las dos dosis requeridas y apenas llegaron ocho mil y de estas pocas, se escamotearon a los héroes de primera línea y se vacunaron familiares y amigos del ministro. No será nuevo ni difícil que negocien con estos salvadores insumos, igual que lo hicieron con fundas de cadáveres y medicamentos. Estamos llenos de mercaderes infelices, que este domingo quieren regresar con apoyo narcoguerrillero, mentiras y propuestas estúpidas, que aspiro que el votante las rechace. (O)
CMV
Licenciada en Ciencias de la Información y Comunicación Social y Diplomado en Medio Impresos Experiencia como periodista y editora de suplementos. Es editora digital.
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