El hecho de que el candidato dispuesto por el ex presidente Rafael Correa, haya ocupado el primer lugar en las elecciones de primera vuelta, más allá de que aparentemente resulta un “escándalo político”, dados los antecedentes del gobierno del citado personaje y el cúmulo de procesos penales que él y varios de sus más conspicuos ex colaboradores enfrentan ante la justicia ecuatoriana, cuando por lógica política se esperaba que aquella mala imagen hubiera hecho trizas el citado proyecto político, a la luz de los resultados electorales, se ve que no ocurrió así, y que si bien el correísmo se redujo respecto a su avasallante caudal de apoyo anterior, sigue constituyendo una opción para buena parte del pueblo ecuatoriano.
Ello puede obedecer a diversos factores, en primer lugar la escasa percepción de la política y su quehacer, que por desgracia afecta a un porcentaje mayoritario de la población del país, para el cual poco parecería importar el que en una administración del país se hayan cometido graves delitos políticos y penales, porque obnubilados por un recuerdo cada vez más borroso de las obras que se ejecutaron, eso si con abundancia de sobreprecios y evidencias de corrupción en ellas, se prefirió, sobre todo a nivel de la Costa, votar por el aspirante designado por Correa, quizá pensando que con ello mágicamente las arcas del Estado estarían repletas, para repartir dinero a manos llenas, como la oferta del bono de mil dólares a un millón de ecuatorianos.
Pero más allá de esta decisión de un apreciable número de compatriotas, este voto es también un “voto de desesperación” si así puede calificarse, ya que en el último año debido a la pandemia, la situación económica y social del Ecuador, se deterioró a tal punto que centenares de miles de ecuatorianos perdieron sus trabajos a todo nivel, con el telón de fondo del Coronavirus que ha restringido gravemente las actividades productivas, incluido el trabajo informal, caldo de cultivo para los populismos demagógicos en América Latina.
Es de esperar que, para la segunda vuelta, exista una meditación por lo menos superficial respecto a la responsabilidad de votar por una opción que no represente el retorno a un caudillismo que los ecuatorianos lo experimentamos en carne propia, hace tan pocos años, que olvidarlo resultaría un error imperdonable. (O)