Escribo consternado, conmovido, asustado. Un corazón aun palpitante al mejor estilo Azteca, filmado en sus últimos movimientos y latidos por los infaltables celulares y sostenido en el cuenco de una mano sádica que lo levantaba como trofeo triste en medio de improperios y risas, pálpitos que declaran que fue arrancado del tórax de una persona viva aun, cuyo cuerpo yacía ensangrentado al lado. Más allá, como vulgar pelota, una cabeza decapitada, agredida con saña sin precedentes por turba que no se cansó de asestar cuchilladas y golpes como si se tratase de algún deporte sádico, frenético, cruel. Metros más, feroz hoguera de varios cuerpos apiñados, ardían y patadas y golpes no cesaban como en juego demente de saltar hogueras. Sevicia nunca antes vista repetida con muchos presos asesinados, logrando récord sangriento en las cárceles ecuatorianas. Decenas de asesinados en tres centros mal llamados de rehabilitación, donde los motines estallaron al unísono y concertados, explican que llegamos al fondo de la más descompuesta y abominable conducta social y humana. Expliquémonos que estos sucesos son empujados y dirigidos por intereses de bandas mafiosas ligadas al narcotráfico en todas sus facetas: control, distribución, venta y consumo, única causa que justificaría conductas de barbarie increíble sin precedentes. Sicarios fugaces en moto que acribillan con decenas de disparos a víctimas que frecuentemente tienen prontuario criminal y delitos de variado jaez, reconocidos traficantes y expendedores de droga, eliminados en franca lucha territorial en día claro, en salones y reuniones callejeras, donde los asesinos no fallan un disparo. Organizaciones delictivas peligrosas como los “Choneros” “lagartos” y otras muy bien identificadas por la policía, hacen gala de entrar y salir de prisión comprando jueces venales o que son presa de amenazas aterradoras y ceden al pedido de bandas en acción. Avionetas que despegan inmunes de pistas clandestinas en haciendas comprometidas de gran vegetación o simplemente desde el aromo donde la pista tenía incluso luces para tráfico aéreo nocturno. Vías fluviales expeditas entre Colombia y Ecuador, campamentos guerrilleros colombianos, mayores productores de cocaína, eliminación de la base de Manta, falta de radares chimbos que no se usaron o funcionan mal, la inaudita liberación de pequeñas cantidades de droga y formas de narcotráfico muy refinado en puertos marítimos y aéreos o incluso en valijas diplomáticas del mismo estado, son causas para convertirnos en un narco país con todos estos sucesos. (O)
CMV
Licenciada en Ciencias de la Información y Comunicación Social y Diplomado en Medio Impresos Experiencia como periodista y editora de suplementos. Es editora digital.
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