Hay varias versiones sobre el significado de la palabra provincia. Por ejemplo, cuando en el mundo antiguo los soldados del Imperio romano salían a conquistar nuevas tierras, exclamaban: “Pro Vincere”, es decir “antes de vencer”. Las provincias en ese contexto eran los territorios a los que se iba a vencer y someter.
Esa antigua versión sobre la etimología dio paso a una nueva, según la cual el origen está en el término latino “provincia” que tiene -entre otras acepciones- dos. Primera: demarcación territorial administrativa en que se organizan algunos estados o instituciones. Y, segunda: en la antigua Roma, territorio conquistado fuera de Italia.
Más allá de esas disquisiciones etimológicas, lo cierto es que, para el estado centralista, las provincias son territorios conquistados y sometidos, lejanos de palacio y de los cortesanos que pululan en torno del poder. Y, son territorios a los que hay que exprimir para luego devolver unas migajas que les permitan sobrevivir- no más de eso- para que sigan produciendo y engordando al estado central.
La burocracia centralista, que es la que realmente manda- los gobernantes son transitorios- y un sector de la prensa, dividen al Ecuador en capital y en provincias. Provincias son todo lo que no es la capital. Dependen del poder central y están sometidas a él. Provincia sigue siendo un territorio conquistado.
El episodio de estos días del estado central poniendo obstáculos para que las “provincias” los municipios, no importen vacunas contra el COVID -19, es un ejemplo más de que mantener el centralismo vale más que la vida de la gente. Para esa burocracia lo importante es concentrar todo el poder. No ceder ni siquiera la administración de una vacuna, por más que hasta ahora haya sido un total fracaso el manejo de pruebas y vacunas. (O)