Esta semana, los cuencanos entramos en shock al conocer que nuestra máxima autoridad habría llegado a un supuesto acuerdo con aquel candidato que mintió durante el debate presidencial, a cambio de respaldo para una posible reelección. Luego de que la alcaldía hiciera público un manifiesto, sin tardanza y ningún disimulo, el títere del correato respondió expresando su apoyo hacia Cuenca. “Cuenten conmigo para un diálogo abierto y franco”, replicó. Como si los correístas fueran personas de fiar… Ante su respuesta, una avalancha de cuencanos tuitearon que no quieren su ayuda, que vaya nomás por la sombrita, que ellos no se sienten representados por un adalid de la corrupción. Y, finalmente, le escribieron lo que todo ecuatoriano pensante repite a viva voz desde el domingo anterior: “Andrés, no mientas otra vez”. Y aquí viene la pregunta del millón. ¿Si el manifiesto está dirigido a ambos candidatos, por qué al escribir estas líneas respondió sólo uno de ellos? Piensa mal y acertarás, reza el refrán.
Me parece impresentable e increíble que alguien que salía a las calles a protestar en contra del correato, luego de proclamar a los cuatro vientos, durante su campaña, que de llegar a la alcaldía desecharía las prácticas políticas deshonestas, esté en conversaciones con los que antes repudiaba. Con gran dolor y acierto, debo admitir, que hoy muchos cuencanos se caracterizan por su doble discurso.
Hace un par de años en un conversatorio, tuve la oportunidad de conocer y escuchar en persona al alcalde. Al salir, me llevé la impresión de haber estado con una persona ecuánime, modesta, sensata, sin poses. Un ciudadano más que se unió esa tarde para compartir ideas y unir esfuerzos por mejorar las condiciones de vida de nuestra comunidad. Hoy, lo desconozco. Podremos olvidar y perdonar su falta de liderazgo, su parsimonia, su vanidad, todo. Pero si se confirma que pactó con el que pretende seguir atracando al país, sería como aliarse con el diablo. Para eso no hay perdón ni olvido. Como no lo hubo para la caterva de cuencanos sumisos al tirano. Ha sido cierto que el poder trastorna a las personas. No creí que tanto…
En la ciencia suele ocurrir que un científico diga: “Es un buen argumento, yo estaba equivocado… No recuerdo la última vez que algo así pasó en política o religión”. Carl Sagan. (O)