Cuento ecuatoriano    

Érase una vez un carpintero gordito y horroroso que vivía íngrimo y amargado en un ático empolvado. Tan solo estaba que no tenía ni un perro que le ladrara. “Fabricaré un títere de madera para que me haga compañía. Se llamará Pinocho Andrés”, se dijo, mientras lo construía. El títere parecía un niño de verdad. Sin embargo, sabía que no aliviaría su soledad. “Ojalá tuviera vida”, susurró, esbozando una sonrisa malévola. Esa noche, mientras todos dormían, el Hada de los deseos le dio vida al muñeco sin imaginarse el diablo en el que se convertiría. A la mañana siguiente, el carpintero escuchó una voz aniñada que repetía como lora: ¡Hola, papá! ¡Hola, papá!

Entrenó a su marioneta en el “arte” de las coimas, de los negocios entre privados y a ganar dinero sin mover un solo dedo. Le enseñó que todo lo malo es bueno y que lo bueno hay que desecharlo. En este punto, este cuento es él antípodas del original, pero qué más da. La intuición del Hada le advirtió que el títere no estaba en buenas manos y resolvió regalarle un conejo con lentes, Rabascallus, para que sea su buen consejero.

Un día, de camino a la escuela, se encontró con el lobo feroz. A jalones y con engaños lo llevó a un teatro de títeres para lucrar a sus costillas. Rabascallus chilló que no fuera, pero no le hizo caso. Enjaulado, la marioneta lloraba mocos y babas. El Hada escuchó su llanto y le preguntó qué había sucedido. “El conejo me vendió al lobo feroz”, respondió entre hipos. Como el Hada sabía la verdad, hizo crecer su nariz por mentiroso: “¡Pinocho Andrés, no mientas otra vez!”, le reprendió con su varita mágica. Como creía en segundas oportunidades, lo liberó del lobo. Sin embargo, el títere no aprendió la lección. Seguía mintiendo y su nariz creciendo. El carpintero crio un monstruo con voz infantil y cabeza de alfil. Un 11 de abril, un hombre de bien le desafió a una partida de ajedrez. Pinocho Andrés confundía las torres, peones, alfiles y caballos. Una calamidad. Cuando su contrincante le anunció jaque mate, él contestó, Nagoya. Don Guille le dijo: Pinocho Andrés, tu mente es como una nuez. Lo siento, te gané esta vez. Votar nulo es contribuir al regreso del carpintero horroroso y ver cómo nuestro derecho a vivir en paz y libertad se esfuma. Que el próximo domingo triunfe el bien. El mal, que ni se asome. (O)

CMV

Licenciada en Ciencias de la Información y Comunicación Social y Diplomado en Medio Impresos Experiencia como periodista y editora de suplementos. Es editora digital.

Publicaciones relacionadas

Mira también
Cerrar
Botón volver arriba