Se sostiene en forma interesada, que los candidatos a la presidencia de la república, Arauz y Lasso representan a la izquierda y a la derecha política respectivamente, afirmación que está reñida con la realidad práctica.
En efecto, tanto Arauz como Lasso representan intereses sociales, económicos y políticos conformes con el establishment mercantil capitalista vigente en el país, es decir con el orden establecido basado en la acumulación privada de la riqueza aunque Arauz asigna al Estado el rol prioritario como eje articulador de la canalización de la renta nacional hacia los beneficiarios del sistema, mientras que Lasso asigna dicho papel al mercado lo cual no quiere decir ausencia de toda intervención estatal, porque en el uno y otro modelo, el gobierno y su política económica y fiscal distribuye las cargas y dividendos de los resultados finales de la producción de bienes y servicios.
El mayor o menor peso del Estado en la economía son matices y variantes nacionales del capitalismo planetario y el neoliberalismo, y en cualquier caso son funcionales al sistema social y a la acumulación de capital, para muestra, allí están China y Estados Unidos, Chile con Bachelet o Chile con Piñera, Brasil con Lula o Brasil con Bolsonaro.
En el caso del Ecuador el mismo Correa declaró que” “estamos haciendo mejor las cosas con el mismo modelo de acumulación antes que cambiarlo” (El Telégrafo 15-I-2012), “En estos 9 años el promedio de utilidades ha sido el triple, más de $ 8 mil millones”, “Nunca los empresarios recibieron tanta plata como ahora, con una supuesta crisis o época de vacas flacas”, (El Telégrafo 24-IX-2016) de manera que el correísmo no pasó de ser un régimen desarrollista, populista de carácter autoritario al servicio de los más pudientes que desembocó en corrupción estatalmente organizada.
Por lo tanto, ni Correa ni Arauz han sido ni son de izquierda, pero han tenido la habilidad de camuflarse con un discurso demagógico y utilizar el oportunismo de ciertas militantes de izquierda, a quienes se les incluye para cumplir el rol de adornos y floreros y a quienes en el correísmo se les encargó algunas de las tareas más sucias, con lo que se causó un daño terrible a las izquierdas, arrebatándoles la representatividad. (O)