La llegada de niños de manera ilegal, sin acompañamiento de mayores, a los Estados Unidos empieza a ser noticia diaria. Menores de varias nacionalidades y por supuesto ecuatorianos, son rescatados por los guardias de frontera, hasta conocer quiénes están detrás de cada historia trágica.
El expresidente Trump acusa a Biden de esta dolorosa situación, porque según él, no quiere terminar con el muro que fue su iniciativa. Los críticos de Biden le acusan de haber estimulado la inmigración, al permitir la entrada de los niños y adolescentes, cuando en algunas declaraciones manifestó “que en ningún caso serán deportados”.
Las familias de refugiados en México se aferran a la esperanza de que al menos crucen sus hijos por los pasos ilegales o sorteando el muro, mientras ellos esperan ser llamados para conseguir el asilo o una visa humanitaria. Hasta el jueves de esta semana, se reportaba más de 15000 niños y adolescentes sin acompañamiento de mayores, detenidos en refugios, albergues y casas de acogida sobre todo al sur de Texas.
Vimos escenas desgarradoras de dos niñas obligadas a saltar un muro de cuatro metros; quienes alcanzan a cruzar la frontera y son abordados por algún ciudadano, lloran desconsoladamente al encontrarse perdidos, y su única manifestación es pedir ayuda al decir que sus padres les han abandonado. Lo que pareció una política migratoria compasiva de Biden, al declarar la no deportación a los menores, terminó siendo, sin duda alguna, un castigo para los niños y adolescentes y sus progenitores.
La causa central de esta oleada de migración, que ahora separa a los padres de los hijos vulnerables, es la pobreza en la cual están sumergidos los pobladores de países con regímenes totalitarios y populistas, sin oportunidades de trabajo, condenados a la miseria total. También de los traficantes de migrantes que buscan obtener directa o indirectamente beneficio económico. Este laberinto de nunca acabar fracciona la sociedad, a sus instituciones, y promueve la desarticulación de la familia. El reto es empezar a cambiar desde adentro. (O)