La escalada bélica entre las milicias palestinas e Israel ha cobrado una nueva dimensión en las ciudades mixtas de Israel, en las que desde hace días se registran apaleamientos y linchamientros entre árabes y judíos.
Mientras las cámaras de la televisión pública israelí retransmitían anoche los disturbios de extremistas judíos en las calles del país, sucedió algo que impactó a la sociedad tanto o más que los cohetes de Gaza: la horda sacó a un ciudadano árabe de su vehículo, lo tiró al suelo y lo linchó.
Las cámaras captaron todo en directo, incluso los segundos posteriores al linchamiento, en los que un judío seguía golpeando en la cara a la víctima, ya inconsciente.
Casi en simultáneo, un episodio similar tenía lugar en la ciudad de Acre, en la que un docente de escuela, judío de 37 años, fue atacado por un grupo de manifestantes árabes. Según medios locales, había salido a la calle para impedir que sus estudiantes se involucraran en la violencia.
Ambos están en estado crítico, al igual que la coexistencia entre árabes y judíos en Israel.
Lejos de ser aislados, estos dos incidentes se dieron en el marco de una ola de enfrentamientos y ataques entre las dos comunidades, sobre todo en ciudades mixtas en las que viven mezcladas.
Según la Policía, 374 personas fueron arrestadas anoche durante estos incidentes, y decenas resultaron heridas, incluyendo otros dos hombres, uno judío y otro árabe, que se encuentran en grave estado tras ser apuñalados en las ciudades de Lod y Jerusalén respectivamente.
«Una guerra civil sin razón», describió el presidente israelí, Reuvén Rivlin, conocido por ser una voz conciliadora entre los distintos sectores de la sociedad.
Si de razones se trata, sin embargo, son varios los factores que desencadenaron esta violencia identitaria entre vecinos.
«Esto empezó con las provocaciones de palestinos en la mezquita de Al Aqsa, a las que la Policía israelí respondió de forma agresiva, algo que creo fue un error», explica a Efe Meir Elrán, investigador del Instituto para Estudios de Seguridad Nacional israelí.
Esos incidentes, agrega, fueron aprovechados por distintos actores, incluido el movimiento islamista Hamás en Gaza, que cree se quiere posicionar como el líder de la resistencia palestina mediante el lanzamiento de cohetes, y por sectores extremistas árabes y judíos dentro de Israel, que dice buscan hacerse escuchar.
Salim Brake, profesor de ciencias políticas de la Universidad de Haifa, cree que el origen de esta ola de violencia es más profundo, y lo ubica en la discriminación, tanto institucional como cotidiana, que sufren los árabes israelíes (autóctonos o descendientes que se quedaron tras la creación del Estado de Israel en 1948 y que tienen una fuerte identidad palestina).
Según él, los judíos que han atacado a árabes en ciudades mixtas en los últimos días no pertenecen a grupos marginales sino que representan a la mayoría de la sociedad, que «muestran tendencias cada vez más derechistas y racistas» y cuyo «rechazo a los árabes y musulmanes se evidencia en cada crisis».
Más allá de las diferencias en sus opiniones, ambos analistas coinciden en que el conflicto entre el Ejército israelí y las milicias palestinas en Gaza ha contribuido a agitar los ánimos tanto de árabes como de judíos.
«La población judía está más sensible por lo que está pasando y eso se puede traducir en hostilidad frente a los árabes», señala Elrán, mientras que Brake pone el foco en los vínculos, emocionales y a veces hasta familiares, entre los árabes de Israel y los habitantes de Gaza, donde 83 personas han fallecido en los últimos cuatro días como consecuencia del intercambio de fuego con Israel, que registró hasta ahora siete víctimas fatales.
Otra de las dimensiones mencionadas por los analistas es la variable política: Israel cuenta actualmente con un Gobierno en funciones, cuyo accionar consideran limitado y vinculan con una reacción policial que consideran insuficiente y que hasta el momento no ha logrado detener los ataques.
Si bien los motivos, las explicaciones e interpretaciones son varias y muy diversas, lo que queda claro es que la violencia entre árabes y judíos excede a los enfrentamientos en la Franja de Gaza y tiene la potencialidad de dañar severamente la frágil coexistencia de estas distintas comunidades de Israel. EFE