Hoy se lleva a cabo la posesión del nuevo Gobierno Constitucional del país, bajo la Presidencia de Guillermo Lasso, quien, desde su triunfo electoral en segunda vuelta, invocó la conciliación entre los ecuatorianos, a fin de superar la crisis que afecta al Estado Ecuatoriano, no solamente por efecto el coronavirus, sino a causa de la situación económica, el desempleo, la inseguridad y la corrupción campante en diversos ámbitos de la administración pública.
Se inicia una nueva etapa para el país, y dependerá de la sabiduría y prudencia del nuevo equipo de gobierno, sortear la serie de dificultades y amenazas que se perfilan en el panorama nacional. Por cierto, el llamado a la conciliación ha sido bien recibido en general por el país, sin embargo, dependerá de los sectores políticos encarnar aquella invocación a la unidad en aras de enfrentar los graves problemas nacionales. Sería sencillamente un despropósito que, en esta coyuntura particularmente difícil, se atizarán las diferencias, que siempre las habrá, pero, que pueden y deben bajarse de nivel para enfocar la acción política y social en tratar de resolver las principales dificultades que impiden el desarrollo económico del Ecuador.
Igualmente, resultaría poco prudente, y altamente impolítico, que el flamante gobierno inicie su gestión con medidas económicas lesivas a los sectores mayoritarios; por lo tanto, se debe por lo menos temporalmente, congelar los precios de los combustibles, que en los días finales del anterior régimen provocó diversas protestas sociales. Otros temas polémicos y altamente sensibles, como el de la minería, deben tener una moratoria, considerando que el nuevo gobierno mantiene una muy frágil alianza con otros sectores políticos, entre ellos, Pachakútik, agrupación opuesta a la explotación minera en gran escala.
La prudencia es una virtud política, que especialmente en la actual coyuntura debe primar, no solo de parte del Gobierno, sino de los sectores políticos favorables al acuerdo.