Angustia, stress, impotencia, suelen estar presentes en la labor médica cuando tratamos un paciente complicado, que no responde a nuestros cuidados y medicamentos. Sabemos certeramente el diagnóstico y entendemos la enfermedad, pero no logramos sacarlo de su gravedad ni tomando acciones heroicas como cirugías. Pero también sentimos alivio y esperanza cuando percibimos aun, leve mejoría. Mejor. Señales menos lenitivas. Notamos franca mejoría. Pero no podemos asegurar su curación definitiva ni confiarnos, temiendo siempre en nuestra profunda conciencia, una recaída. El Ecuador es un enfermo grave y crónico. Entendemos la enfermedad en todas sus facetas, tales como corrupción desenfrenada y diaria, negocios viles y enraizados como el narcotráfico en todas sus crueles y brutales conductas, el parto inmisericorde y frecuente de políticos ladrones que se enriquecen a costilla del pueblo ingenuo, la desnutrición, el desempleo, la inseguridad social, la falta de oportunidades sin poder emprender un negocio, la falta de educación y pésimos planes de salud y educación, etc y hoy, agravado todo en forma potencialmente triste por la pandemia incontrolable.
Lasso llegó y podemos decir que atisbamos mejoría. Un millón y medio de pequeños deudores saldrán de la central de riesgo y podrán ser sujetos de crédito gracias a sus primeros decretos. La ley mordaza se viene abajo y ofrece libertad de prensa, tolerancia y pluralismo. Promulga reglamento de ética para ser cumplido por ayudantes del poder, sin nombrar parientes ni recibir regalos o usar aviones y autos a su discreción. Asegura venderá empresas estatales, incluidas petroleras, energéticas, bancarias y de medios que solo fueron pretexto para enormes negociados de algunos que están presos y otros campantes multimillonarios. Asegura cero impunidades. Que instalará el dialogo y no autocracia atrevida y lo más importante y urgente, que vacunará 9 millones en los 100 primeros días de gobierno, que, de lograrlo, será nuestra salvación económica. Un aspecto que alivia es que, en su círculo de gobierno están cuencanos honestos que saben distinguir y anteponer dignidad de nuestros nombres y ancestros a la vil componenda. Desde su vicepresidente Alfredo Borrero, nuestro amigo y colega, Marcelo Cabrera y jóvenes talentos morlacos que tienen pulcra su alma son parte de su gabinete y otros relevantes campos gubernamentales y son nuestra esperanza. Mejoramos luego de estar a punto de morir en manos de sátrapas convictos. (O)