“La salud está enferma. No hay insumos. No hay equipos. No hay medicamentos. Vamos a cambiar, y vamos a desterrar la lacra de la corrupción”.
Tales expresiones corresponden al flamante vicepresidente de la república, Alfredo Borrero, durante su reciente visita a los hospitales públicos de Cuenca. Incluye al del IESS.
Aquellas no son sus conclusiones tras esa visita, sino a las hechas a otros centros de salud de Quito y Guayaquil. Pero deberá decir sobre lo que vio y fue informado en Cuenca. Aquí, tampoco no todo es blanco.
No es que el vicepresidente descubra el agua tibia. Las carencias a las que hace referencia tienen una nefasta impronta en la protección de la salud de los ecuatorianos que acuden a los referidos hospitales.
Es historia conocida, denunciada, pero nunca resuelta, la falta de insumos y medicamentos. Familiares de los pacientes, siempre que tengan dinero, deben comprar las recetas en farmacias privadas. A veces no tienen ni los medicamentos básicos, sobre todo aquellos hospitales ubicados en cantones y parroquias.
Los equipos, muchos de ellos de última tecnología, suelen dañarse como de adrede. Su reparación, si lo hacen, dura meses, años. Y ya se sabe cuáles son los favorecidos.
La corrupción se ha ensañado en esos hospitales. El país conoce tantos y tantos casos cubiertos por la sombra de la impunidad.