Y llegó el día en que debimos leer, en altas y claras voces, a Pablo Palacio el extraordinario escritor ecuatoriano que marcó un antes y después en la novela. La tesitura de la voz del autor lojano no permitía concesiones para una lectura dirigida a un público variopinto de las redes sociales; la aventura llegó de la mano de Ana Abad y su proyecto “Libros para escuchar” en Voces Azuayas y el reto estuvo en cada página de “Un hombre muerto a puntapiés” “La mujer doble” y otros textos. Dicen que uno no olvida los aprendizajes de la adolescencia y el teatro regresó con toda su fuerza; aquellos años sesenta cuando en compañía de los compañeros de ATEC despertamos a una nueva realidad acá en el pueblito perdido de los Andes. Debemos confesar que tuvimos que prepararnos, una y otra vez, hasta lograr la lectura dramatizada puesto que el relato es brutal, sin embargo el divertimento valió la pena. Hermoso proyecto para intentar acercar a la lectura a un público que, sin lugar a dudas, escuchará con interés la propuesta. Definitivamente reconfortan estas certezas de que los espacios de arte y cultura siguen más vivos que nunca a pesar de todos los desastres; cada semana el internet nos sorprende con poesía, plástica, diseño y un sinfín de otras maravillas, sólo es cuestión de saber navegar en ese océano globalizado y sus tremendas voces. (O)
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