Si algo caracterizó a los profetas y seguidores del Socialismo del Siglo XXI, fue la megalomanía. Chávez aspiró a convertirse en el profeta y líder de América Latina para competir, superando dependencias, con Estados Unidos y convertirse en líder mundial. Su segundo hogar fue Cuba por su orientación socialista marxista y un importante número de asesores de la isla fueron a su país para conformar este sistema ideológico político. Correa fue el discípulo más leal del venezolano y se unió para construir una organización internacional independiente, si no contraria, a Estados Unidos: UNASUR, pese al muy elevado número de ecuatorianos que viven en ese país, envían remesas y han retornado con ideas y visiones constructivas de la realidad.
Un claro ejemplo de la herencia de Correa es el faraónico edificio construido en la mitad del mundo como sede de esta organización, gastando más de cuarenta millones de dólares. Este edificio “grandioso” se encuentra en proceso de deterioro, ya que UNASUR no funcionó. Todo cambio que implica trasladar a realidad las ideas debe ser sensato y considerar las posibilidades y limitaciones reales de los países, pero la megalomanía abandona el sentido común al dar por logrado con magnificencia lo que es un planteamiento político y económico discutible.
El caso de Venezuela es el más claro ejemplo de megalomanía, la implantación de este nuevo socialismo ha hecho que en este país sea muy difícil alimentarse y ha dado lugar que más del diez por ciento de su población se haya visto obligada a migrar para poder subsistir, No han salido tan solo los millonarios, en las calles podemos ver a un buen número de personas de ese país que se ven obligados a pedir limosna para sobrevivir. Volviendo al mentado edificio faraónico, no cabe dejarlo como “monumento a la megalomanía. Esperamos que el nuevo presidente, con un sentido práctico y realista le dé un destino positivo.