“Es que tengo vergüenza, profe”, le dijo una joven estudiante a Juan Andrade, inspector del colegio Manuel Córdova Galarza, cuando le pidió que se parara frente al pizarrón. A pesar de que estaba cubierta con la mascarilla, el rostro de la adolescente denotaba una timidez que no solo se veía en ella, sino en general; en las otras caras que rodeaban el aula.
Ayer, esos rostros tímidos se volvieron a reencontrar tras cursar un año y medio las clases virtuales. Esas caras, cuyos cuerpos en un principio estuvieron rígidos, se miraron y se sonrieron una vez que regresaron a las aulas de su colegio para empezar el año lectivo 2021-2022 del régimen Sierra y Amazonía.
La timidez, el temor a un virus que sigue complicando la salud, y la carencia de interacción y de no saber cómo proceder, fueron algunas de los sentimientos que sobresalieron cuando los estudiantes del colegio Manuel Córdova Galarza, cuyas autoridades aplicaron el Plan Institucional Continuidad Educativa (PICE), retornaron a los patios y a las aulas.
El volver a verse, el volver a dialogar sin el intermedio de una pantalla, el regreso de las conversaciones con los docentes, fue un proceso el que debieron seguir los estudiantes, quienes, en gran medida, han estado más tiempo en sus hogares.
De seguir ese proceso se dio cuenta el inspector Juan Andrade. Cuando los estudiantes ocuparon los asientos que habían estado vacíos por tanto tiempo, él no habló de las asignaturas ni de los contenidos, sino se enfocó en hacer una dinámica que los saquen de la rigidez que provocaron las clases virtuales.
El titubeo, el retraimiento y el silencio se fueron desvaneciendo conforme avanzaba el tiempo. Y el aula muda pasó a ser un espacio de risas, intervenciones y conversaciones entre el inspector y los estudiantes.
El mismo proceso se replicó en las otras aulas ocupadas por los adolescentes. ¿Por qué?
“Hay estudiantes que están súper desmotivados. Hay estudiantes que han optado por retirarse, por formar un hogar, otros por viajar al exterior para buscar mejores días. Ahora no solo debemos enfocarnos en educar, sino es súper importante trabajar en la parte emocional de los estudiantes”, dijo Verónica Durán, profesora de biología.
Los establecimientos educativos no solo eran un espacio para adentrarse al conocimiento de ciertas materias, también eran un lugar en donde los niños, adolescentes y jóvenes podían desarrollar la interacción social que es tan necesaria para la salud mental. Sin embargo, una vez que las clases presenciales se suspendieron, la realidad cambió.
Y para Durán, además de nivelar a los estudiantes que no han podido aprender como era debido, los docentes, las familias y la comunidad educativa tienen una tarea titánica: motivar el estudio, el reencuentro y el regreso a las aulas.
“En este regreso paulatino a las clases, los muchachos deben saber que no están solos, que siempre aparte de los representantes, estamos nosotros. Este regreso es bueno. Hay que cuidarnos, pero necesitamos este regreso”, dijo Juan Andrade.
Confianza
Para los estudiantes, dejar poco a poco la virtualidad y pasar a ese reencuentro físico será un proceso que tomará su tiempo. Retomar la confianza entre los amigos y maestros que no se han visto por 18 meses no es una tarea que se dará en unas cuantas clases.
“Con mis compañeros hemos interactuado muy poco. Ahora es complicado este reencuentro, pero con el tiempo iremos recuperando aquella interacción”, dijo Jean Carlos Cabrera, quien cursó el primero y segundo de bachillerato a través de la virtualidad.
Para Pamela Ortuño, si bien hay cierto nerviosismo en el retorno progresivo a las aulas, no hay mejor emoción que la sintió cuando volvió a ver a sus compañeros y a sus docentes, con quienes espera recuperar y mejorar la relación que los ayude tanto en el ámbito educativo como en el ámbito social.
Ahora, con el inicio del nuevo año escolar, mantener ese reencuentro diario, o por lo menos seguido, dependerá de cada una de las instituciones y de la comunidad que deberá seguir cuidándose de la COVID-19. (I)