Hasta cuando se controlan las cárceles, es la pregunta que angustia al país y al mundo, ante la fuerza de recluidos, de alta peligrosidad, que ejecutan eventos en un escenario de descontrol, improvisación y errores de conducción que han determinado asesinatos de personas que estando bajo la protección del estado han sucumbido cruelmente, que muestra la frágil y temerosa institucionalidad publica ecuatoriana, que nos mantiene en vilo y alerta máxima en lo personal y comunitario. Nada es seguro en la movilidad nacional para recuperar la confianza que permita el desarrollo, la redención de los servicios de salud y educación como bases de la atención ciudadana, que sigue en veremos.
Los diagnósticos con los hechos están rebasados, se requiere ante todo acción ponderada de los estamentos públicos y privados, haciendo un alto en la reyerta política, para diseñar un plan de ejecución con la anuencia del público, que nos juntemos para despejar en principio la corrupción que acompaña a estos manejos. Solo la operación mancomunada puede sentar las bases para recuperar a una patria desmoralizada y desvencijada. Debemos aprender de países que han luchado contra estas mafias, como el vecino Colombia, que todavía padece sus secuelas, pero sin embargo han dado disputa sin tregua a estas pandillas organizadas que secuestraron a ciudades enteras y que comenzaron precisamente desde la cárcel.
Nada es fácil para acertar en las decisiones ante la situación de las prisiones, cuando se trata en foros de recuperar a hospitales se dice que es casi como cambiar una llanta en movimiento, para graficar el alto inconveniente peor para las cárceles. No hay como equivocarse. Diseñemos leyes inteligentes que contrarresten la violencia extrema, respaldemos a los entes de seguridad, pongamos al frente a personas idóneas y conocedoras de los problemas, profesionalicemos a los guías penitenciarios y dotemos de suficiente personal acorde a indicadores internacionales. Si no hacemos lo referido. Nos encontraremos con situaciones dolorosas en las prisiones y las quejas eternas de que nos falta guardias, recursos e ideas y eso es imperdonable. (O)