Configurar una frontera política, establecer un discurso de confrontación, un “nosotros” contra “ellos”, asegurarse la legitimación de la autoridad a partir de la movilización popular, “dadme un balcón”, ¿Le suena conocido? Son algunos de los rasgos con los que los cientistas sociales y politólogos reconocen a los discursos populistas y justamente en estos días, esas características han sido vueltas a considerar cuando desde Carondelet, se convocan a demostraciones de apoyo popular en la Plaza de la Independencia, con arengas desde balcones, fotografías y pancartas.
Una revisión más profunda de los discursos de estos últimos días permite identificar cómo el presidente Lasso comienza a configurar un enemigo entre quienes “incendian edificios públicos, secuestran policías, agreden a periodistas” Es evidente que busca señalar enemigos fuera de Carondelet. Es tentador convertir el encuentro entre “nosotros” en una denuncia a los “otros” como forma de resguardarse ante la crisis y la incertidumbre. Por ello el populismo es tan provocativo, pero no será, parafraseando a Laclau, la expresión del contexto social que este momento tiene el Ecuador y, por supuesto, no será la solución que requieren los problemas del país.
La tentación populista en la que está cayendo la comunicación gubernamental es tan solo un error que lamentablemente sólo confunde más al ciudadano porque el gobernante ingresa a un terreno en el que no se mueve con comodidad, y además, son otros políticos los que mejor se desenvolverán. (O)