Cuenca ha sido desde siempre una ciudad nutrida de religiosidad. La historia del Pase del Niño Viajero, data desde los tempranos años sesenta, cuando el Vicario de la Arquidiócesis de la ciudad, lleva la escultura del Niño Dios a los lugares santos y a Roma, para ser bendecido por el Papa y, de ahí, el nombre de “Niño Viajero”. El Pase del Niño presentado como una enorme procesión religiosa que, atraviesa la ciudad, desde San Sebastián hasta San Blas, con carros alegóricos y mayorales en sus caballos, ataviados todos los integrantes con atuendos muy típicos, preparados para esta ocasión. La celebración de esta fiesta religiosa, demanda más de tres meses y toda la ciudad se ha de impregnar del sabor navideño en torno al Niño Dios. Se consignan algunos Pases del Niño, que vienen desde las parroquias aledañas y, que se desarrollan desde el inicio de Adviento hasta las fiestas del Carnaval que, de acuerdo al calendario cristiano, se dará comienzo a la Cuaresma y, por tanto, a la muerte de Cristo, cerrando el tiempo del nacimiento del Niño Dios.
En los dos últimos años y durante el tiempo de la Navidad, las calles de Cuenca se han vaciado y han quedado sin color y sin la tradicional música de los villancicos; ya no se oye cantar “Ya viene el Niñito”, como una de las expresiones más puras de la religiosidad popular. Es lamentable, desde toda consideración, la ausencia de estas manifestaciones que avivan la fe y la vida de los creyentes en nuestra provincia y en nuestra ciudad, en particular. El turismo, por tanto, también se ve restringido, porque esta “Pasada del Niño” congregaba a propios y a extraños.
En este 24 de diciembre, por segunda ocasión, se lamentará la ausencia del “Pase del Niño”, como una restricción obligada por la pandemia, que aún se mantiene latente en nuestro país. (O)