Del trabajo es imposible huirse, porque es connatural de la especie humana -quizá de otras también-, porque es su sostén, su camino de júbilo, su vida de amor, su realización plena… Es la terapia para el aburrimiento, el vicio y la necesidad, ya que con el trabajo la vida se vuelve digna y feliz. Por eso que toda organización, comunidad, municipio o Estado deben tener como primer objetivo ofrecer actividad remunerada para todos.
Los que ya tienen trabajo estable demandan cada vez mayores prebendas para sí y sus gremios, sin mirar a la tropa de su derredor que es mayoritaria y no tienen como llevar un pan para su casa. Así pecan de insolidaridad y egoísmo, mereciendo la desconfianza popular y hasta la repulsa de quienes viven en la desocupación y solicitan este derecho para vivir con dignidad.
Un empleo estable con salario que cubra las mínimas necesidades vitales es lo deseable para todos. Por ello, la mayor exigencia para un gobernante es que cree oportunidades y no precarizaciones para la gente que quiere trabajar. De otro lado, es obligación moral de los líderes políticos, sociales, sindicalistas o de otro jaez deponer actitudes egoístas y mancomunadamente buscar alternativas viables para conseguir bienestar a todos.
No se advierten buenas intenciones en los dirigentes, quienes buscan protagonismo y no solidaridad por los demás. Ahora se lucha por proyecciones políticas o por reivindicaciones clasistas, penosamente como siempre. Cuando se los interroga sobre este asunto, dicen que, al luchar por ellos, lo hacen por el pueblo… ¿Habrá algún insulso que coma cuento?
Para próximas fechas se anuncian protestas, paros y huelgas, cada quien remando hacia su propio puerto. Ninguno propone alternativas válidas para crear fuentes de empleo. Demagógica e interesadamente piden acabar con el desempleo y que la remuneración satisfaga al menos la canasta familiar que es de 715 dólares mensuales.
El Gobierno declara que sin necesidad de una Reforma Laboral se ha incrementado 275.000 plazas de trabajo, pero como el mismo defiende la libertad de expresión, cualquier cosa dice muy suelto de huesos. Lo cierto es que más de dos millones de ecuatorianos están sin empleo y por ellos hay que luchar. De hecho, la Reforma Laboral que enviará el Ejecutivo es vital para una justicia social y empleo para la mayoría. Aquí está el compromiso de la Asamblea, cuyos integrantes deben deponer actitudes intransigentes y trabajar por esos 2.1 millones de desempleados. (O)