Circuló hace pocos días un estudio de la encuestadora Click Report que preguntó a ciudadanos de Quito y Guayaquil, cuáles eran los principales problemas de estas ciudades. Sumado el desempleo y la crisis económica el dato llega al 37 %., y en segundo lugar con el 33,5 % la delincuencia y la inseguridad.
Respecto al primer punto, las personas a pesar de percibir una marcada recuperación económica siguen esperanzadas en encontrar un empleo directo, que les permita trazar una ruta de estabilidad y mejoramiento en el desarrollo personal. Siete de cada 10 ecuatorianos no tienen empleo formal, y mientras este Código de Trabajo, vigente desde 1938, o una ley que le modifique, no generen un cambio radical, sin vulnerar derechos adquiridos, las oportunidades de empleo simplemente serán una utopía más.
Respecto a la delincuencia e inseguridad, la sentencia al policía Olmedo, por el tribunal penal de Chimborazo, es la peor de las muestras ante los ojos de la ciudadanía. Un formal servidor, es condenado por defender a un ciudadano a punto de ser victimado por delincuentes comunes. Un acto que la sociedad civil ha condenado de manera frontal, volviéndose viral los comentarios de desaprobación por esta barbaridad. Los ecuatorianos, estamos a la orden de los maleantes y hampones de turno, que tienen carta blanca para garantizar su impunidad.
Un dato interesante de este estudio: solamente el 10 % de los encuestados creen que la corrupción es el mal más agobiante de la sociedad. Para algunos ciudadanos, vivir con este martirio es una cuestión natural, propia del ADN de una sociedad acostumbrada a descubrir cada día denuncias valientes que hurgan el pasado y presente de delincuentes de cuello blanco, algunos condenados, otros fugados y escondidos de la justicia, haciéndose pasar por perseguidos políticos.
Muchos personajes protagonistas de varios escándalos, hoy caminan campantes, inclusive con representaciones que deberían estar en manos de la gente honesta, que en este país si existen, pero no son convocados para brindar apoyo.
Problemas que no son percepciones sino realidades que exigen un cambio urgente. (O)