En los últimos tres años 13.969 mujeres fueron violadas, esto nos da un promedio de 11 por día. Además 718 víctimas tenían menos de 10 años, 40 contrajeron una enfermedad mortal y 128 quedaron con una lesión física o psicológica permanente.
Ecuador tiene la segunda tasa de embarazo adolescente más alta de Suramérica, después de Venezuela: 77,3 de cada 1.000 partos. La tasa de abortos es de 115 de cada 1.000 nacidos vivos.
Estas estadísticas escalofriantes debieran conmovernos a cada ecuatoriano, a todos los estamentos de la sociedad, a las diferentes confesiones religiosas. Se debe urgentemente modificar el sistema de justicia y la educación nacional radicalmente orientado a revertir estas cifras. La formación en los hogares debe acentuar el respeto absoluto a la mujer y más aún a las niñas y adolescentes y sobre todo el cuidado, la atención para los hijos en todo su desarrollo.
Este jueves 17 de febrero, la Asamblea Nacional (AN) aprobó el proyecto de ley que sustenta la interrupción voluntaria del embarazo por violación. La legislación contempla que las mujeres víctimas de violación que hayan quedado embarazadas puedan interrumpir la gestación hasta las 12 semanas, y excepcionalmente hasta las 18 en casos de niñas, adolescentes y mujeres indígenas y del área rural.
El debate se limitó tan solo a la fijación del tiempo permitido para poder realizarse un aborto, ahora eufemísticamente denominado “interrupción del embarazo” en caso de violación, aún cuando el afán claro es legislar para permitir el aborto en cualquier circunstancia, para reducir el crecimiento poblacional, alentados y presionados por organismos internacionales como la ONU.
La visionaria santa que entregó su vida a los más pobres Madre Teresa de Calcuta decía: El aborto mata la paz del mundo. Es el peor enemigo de la paz, porque si una madre es capaz de destruir a su propio hijo, ¿qué me impide matarte? ¿aué te impide matarme? Ya no queda ningún impedimento. A los jóvenes les exhortaba diciendo: ustedes son el futuro de la vida familiar, la alegría de amar. Mantengan la pureza, pero, si llegaran a cometer un error, les pido que no destruyan al niño, no lo maten, porque un error no se borra con un crimen. ¡La vida le pertenece a Dios! (O)