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La lechuza sudafricana, depredador dominante desde el Paleolítico arcaico

Las lechuzas sudafricanas son el depredador dominante desde el Paleolítico arcaico, siendo “testigos excepcionales” del clima de hace más de dos millones de años y demostrando que los cambios en la asociación fósil de sus presas han estado relacionados con cambios ambientales, según un estudio internacional.

Así se desprende de las conclusiones de un trabajo de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), el Museo Nacional de Ciencias Naturales de España (MNCN-CSIC), la Universidad española de Valencia, el Museo de Historia Natural de Londres, la Universidad de Toronto y la Universidad de Witswatersrand (Sudáfrica), entre otros, que ha analizado el proceso de formación de fósiles de las presas y que revela que esas lechuzas han permanecido presentes todo ese tiempo.

La cueva de Wonderwerk (Sudáfrica) alberga una excepcional colección de fósiles de pequeños mamíferos de hace dos millones de años, desde el Paleolítico arcaico, que constata que esa especie ha estado presente desde entonces.

Las conclusiones, publicadas en la revista Quaternary International, apuntan a que, debido a la ausencia de cambios de depredador en la secuencia, los posibles cambios en la composición de la asociación de micromamíferos no son consecuencia de las preferencias de un depredador, sino de transformaciones ambientales.

Esos micromamíferos se consideran buenos indicadores ambientales y climáticos, ya que responden rápidamente a los cambios en su entorno, explican los investigadores en un comunicado.

Añaden que, en el caso del yacimiento sudafricano, esta larga permanencia de un mismo tipo de depredador asegura que las interpretaciones paleoecológicas del área donde se encuentra el yacimiento proporcionan unos resultados “paleoambientales fiables” a lo largo de casi dos millones de años, algo que es “excepcional”.

Para llevar a cabo el trabajo, los investigadores estudiaron los diferentes elementos esqueléticos de los micromamíferos, el grado de rotura y los daños producidos en el tejido óseo en el proceso de digestión.

Esos resultados se han comparado con patrones de diferentes depredadores, en este caso aves rapaces nocturnas, diurnas y mamíferos carnívoros, que pudieron generar las asociaciones de micromamíferos.

Además de cambios de depredadores, los estudios tafonómicos permiten confirmar o descartar la presencia de otros procesos, como el transporte, la corrosión ácida o la formación de depósitos de manganeso.

En este caso, han aparecido óxidos de manganeso, que se suelen depositar en la superficie de los huesos cuando el ambiente es húmedo, lo que permite constatar una tendencia climática más árida en la zona. EFE

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