En medio de tantos sinsabores políticos y de otra laya, cuya ranciedad huele mal en toda la república, un grupo de jóvenes talentosos, virtuosos con el balón de fútbol, esforzados hasta el límite, solidarios en la derrota, pero magnánimos en la victoria, han dado una alegría deportiva al país.
Ellos son parte de la Selección Ecuatoriana de Fútbol, y dirigidos por un entrenador argentino jugarán el Mundial de Fútbol Catar 2022.
Derrotaron a los incrédulos, se vencieron a sí mismo, pusieron un esparadrapo en la boca de quienes se negaron al recambio generacional, y sacaron fuerzas de valor cuando sucumbieron en partidos aparentemente fáciles de ganar.
La mayoría son jóvenes. Los más, juegan en el exterior en grandes equipos. Hicieron “buena liga” con algunos experimentados. Todos tienen sed de gloria. En el tramo principal lo han logrado clasificando al Mundial, a donde van las mejores selecciones.
La amalgama para juntar juventud y experiencia es mérito del cuerpo técnico. La madurez del entrenador, sus estrategias, su fe en los jóvenes, su conocimiento de las nuevas tácticas del fútbol, y su actuar casi impertérrito ante la crítica, movida por la pasión, son su sello personal y profesional.
Esa sangre juvenil, con su hazaña deportiva también deja una lección al país. Se pusieron una meta: clasificar al Mundial. Jugaron en equipo. No importó sin son mestizos, negros o blancos. Tampoco el equipo donde provienen. No se molestaron en el momento del cambio; peor sin son titulares o alternos. Cumplieron al pie de la letra las indicaciones de su entrenador. Juntos festejaron; y juntos, cuando perdieron, propusieron levantarse.
Los diversos sectores sociales deben mirarse la cara en ese grupo humano; de ser posible lavársela si logran aquilatar cuánto vale actuar y trabajar en grupo para conseguir objetivos debidamente planificados y consensuados.
Todo Ecuador festeja la ansiada clasificación, la cuarta en su historial futbolístico. Nuestra enhorabuena a esos futbolistas. Vuestra alegría es alegría para todos.