Hace referencia a pasar por alto, conocer sobre un suceso e ignorarlo, no actuar a tiempo y de forma adecuada sobre un evento. Para los católicos la omisión es un pecado, no hacer nada también es pecar.
Todos pecamos de omisión, lo hacemos a diario, también pecamos con la indiferencia, el silencio o la complicidad. Callamos y nos avergonzamos cuando somos testigos ciegos de la golpiza de la vecina a su hijo de 6 años. Cuando nos hacemos los ciegos, al ver a niños pidiendo caridad. Cuando culpamos a las niñas de haber sido violadas, porque ellas provocan a sus agresores.
Omitimos a diario la frialdad e ignorancia con la que se decide sobre nosotros, no hacemos nada ante la explotación laboral, el alza brutal del combustible, el nulo acceso a la justicia o la campante corrupción.
Dejamos pasar por alto el dolor ajeno, la miseria, el machismo, la discriminación, el abuso, y también dejamos pasar por alto la omisión de quienes tiene la obligación de garantizar nuestros derechos.
Pero a la final, quién soy yo, una atea común, para criticar pecados propios y ajenos. (O)
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