Entre dimes y diretes se enredan las intenciones y las percepciones, se enredan también las objetividades con las subjetividades y, por tanto, se enreda la sociedad en sí.
Pensamientos sin voces, ofrecimientos por emotividad, actuaciones a comodidades y especialmente, sin claridad de competencias, es lo que nos causa esta gran confusión y malestar colectivo; entendiendo que esta indisposición no solo es mental, es del entusiasmo y del valor mismo que debería tener razonabilidad implícita.
La legitimización de las acciones y de todo un proceso que estás requieren, son insumos para desarrollar cada una de las capacidades de quienes son llamados a representarnos; no obstante, el limitado conocimiento adherido a la reducida recursividad, desde la integralidad, nos ha volcado a seguir sistematizados en mala lid.
El afán profesional se acuña en un propósito individual y esa individualidad es la propulsora de una acción colectiva, de una acción visibilizada y reconocida; es la legitimidad de la competencia en la sencillez de entender y es también el afianzamiento de las sociedades en vías de desarrollo; entonces, que las competencias no enreden el verdadero concepto de progreso, así no avanzamos.