América Latina enfrenta una década crucial. Habrá de controlarse “una demanda de populismo” por parte de la ciudadanía; en tanto una nueva generación debe “dar un salto al poder”.
Lo dice la directora de Latinobarómetro, Marta Lagos, en cuyo país de origen, Chile, esa nueva generación ya llegó al poder con Gabriel Boric diez años antes de lo esperado.
En Ecuador, Bolivia, Ecuador, ni se diga Nicaragua, perdura una élite anquilosada en el poder; y por eso, según Lagos, estamos en una etapa ávida del surgimiento de una nueva generación cuyo norte sea reemplazar a los “dinosaurios políticos”.
Pero mientras la ciudadanía busca “nuevas élites” y “cambios profundos”, los primeros en salir son los populistas. Estos, casi siempre, terminan obnubilándola, y mejor si gobiernan en tiempos de “vacas gordas”, como sucedió en Ecuador durante la década correísta.
Es el caso, según ella, de Najib Bukele, en El Salvador; o “semipopulistas” como Andrés Manuel López, en México.
El populismo no es el AND de un solo partido o movimiento; tampoco importa si es de derecha, de centro o de izquierda. Perú, por ejemplo, vive el suyo. Los reacomodos en Colombia y Brasil podrían tomar esa tónica.
La realidad económica y social de cada país, la complejidad para gobernarlos, terminan poniendo en su lugar a los mandatarios, tal como ocurre en Ecuador.
Según Lagos, no dice nada si un gobierno es de derecha o de izquierda, cuando lo medular es ver cuáles van a lograr transformaciones para desmantelar las desigualdades, para resolver los problemas de la gente; pues, lo otro solo “son gobiernos de administración”.
Y sí, las nuevas generaciones tienen derecho a dirigir los destinos de sus respectivos países. Su mejor “arma”, además de su preparación académica, es la tecnología, si bien deben sortear las viejas estructuras.
En todo caso, frenar los populismos, siempre encarnados en un “Mesías”, y dar paso a nuevas generaciones, son tareas a tomarse en cuenta.