Se han identificado 662 genes que, directa o indirectamente, están vinculados a la pigmentación del cuerpo. Son los genes de colores y, si bien la mayoría no tiene funciones imprescindibles para el organismo, son los encargados de «pintar» esas características de vistazo rápido: color de piel, de pelo o de ojos.
Esta lista de más de 600 genes, que en su mayoría compartimos con ratones y peces cebra y que constituye el 3,2 % del total del genoma, está en constante revisión y aumento; son genes que nos hacen únicos como individuos y que corroboran a su vez lo tremendamente iguales que somos las personas, explica a Efe Lluís Montoliu, experto español en genética.
Investigador en el Centro Nacional de Biotecnología (CNB-CSIC), Montoliu ha publicado «Genes de colores» (editorial Next Door Publishers), un libro en el que desgrana esta genética de pigmentos y que es, según el autor, un «canto a la diversidad para aceptarnos tal y como somos».
Y es que, tal y como recuerda, cualquier ser humano se parece a cualquier otro en un 99,9 % de su genoma. «La mayor parte de las diferencias que existen en las personas que habitan este planeta son individuales y no poblacionales. Las razas no existen».
Montoliu empieza su libro diciendo que si la felicidad existe, él debe andar cerca de ella. Asegura que no solo es el momento actual que vive, que también, sino una trayectoria de vida: «yo me siento absolutamente feliz y satisfecho (…). He podido estudiar, trabajar e investigar lo que quería, con algunas contribuciones significativas -sobre todo en albinismo-, y ahora puedo contarlo a mucha más gente».
En sus doce capítulos y 231 páginas, hace un repaso a la pigmentación, tanto a su presencia -pieles blancas, pieles negras, ojos verdes, personas pelirrojas, las rayas de las cebras, los cambios de color de un camaleón- como a su ausencia, que da lugar a una condición genética tan evidente como desconocida: el albinismo.
Cada capítulo está acompañado por una gran ilustración, además de por pequeños dibujos. Su responsable es Jesús Romero, artista visual e ilustrador español de origen venezolano, con quien Montoliu mantuvo largas conversaciones, al menos una para cada dibujo/capítulo.
«Son alegóricos y tienen más información de la que parece que tienen. Parte del éxito del libro es debido a la ilustración».
En sus páginas, Montoliu habla de «la fascinación» que suscitan las personas pelirrojas y cuenta, por ejemplo, que hay más pelirrojos en el norte de España que en el resto de la península debido al flujo histórico de navegantes entre el Reino Unido e Irlanda y el litoral cantábrico, del País Vasco a Galicia, y a las probables parejas mixtas establecidas entre marineros del norte y personas locales.
El albinismo, que investiga desde hace más de 30 años como condición genética poco frecuente y no como enfermedad, es protagonista de otro capítulo.
Las personas no sufren o padecen albinismo, sino que conviven con esta condición que, a diferencia de muchas otras, tiene la ventaja de no ser degenerativa, sino estable. «Ellos no se sienten enfermos, son personas con albinismo», dice a Efe y recuerda que ya se han identificado 22 genes vinculados a esta condición.
La alteración de la pigmentación no es el problema principal al que se enfrentan, sino la falta de visión -frecuentemente solo tienen un 10 % o menos-, detalla Montoliu, que destina asimismo varias líneas a denunciar «los injustificados y deleznables» ataques que sufren las personas con albinismo en países africanos como Tanzania o Malawi.
En el cuarto capítulo se pregunta por qué las personas negras son negras, por qué no todos tenemos la piel negra o por qué existe esta gama de colores de piel prácticamente continua, desde blancas/rosáceas hasta muy oscuras o casi negras, un apartado que termina diciendo: «Se acabó el misterio. De nuevo, la respuesta está en la genética», y haciendo un alegato contra el racismo.
También en el libro habla de las personas con vitíligo y del color de ojos: no existe el color azul, verde o violeta (…), solo tenemos ojos con distintos patrones y niveles de pigmentación de melanina marrón, oscura o clara.
Aquí entra la física. Los distintos patrones reflejan la luz de forma diferente y, por eso, provocan que los percibamos como ojos azules, verdes o violetas, sin que ninguno de estos colores exista en realidad.
Montoliu se para también en el color de pelo, uno de los caracteres cuya heredabilidad es más elevada (un 97 %); dedica cuatro capítulos a los genes de colores de los animales, preguntándose por ejemplo si las cebras son negras con rayas blancas o blancas con rayas negras, y cierra con la edición genética, sus retos científicos y límites éticos.
El libro, resume, contiene mucha ciencia y espera que «contenga algo de humanidad, algo de reflexión humanística». EFE