Imposible mirar a otro lado, peor no comentarlos, cuando en el país ocurren hechos reveladores de la violencia incubada por el narcotráfico, por la “delincuencia común” y ahora el reclutamiento forzoso de jóvenes para grupos paramilitares y un presunto movimiento guerrillero en proceso de consolidación.
La explotación de coches bomba en Esmeraldas demuestra los extremos criminales de las bandas dedicadas al tráfico internacional de estupefacientes.
Haber robado los vehículos, retener a sus dueños, llenarlos de explosivos y hacerlos detonar, es atemorizante no solo para aquella provincia, sino una advertencia para todo el país. Ni se diga por haber actuado con tal saña, estando Esmeraldas en estado de excepción.
Su vecindad con Colombia la hace más vulnerable a la actividad del narcotráfico, ahora ligado con la guerrilla, un fenómeno de larga data e historia y con fatales resultados.
Esmeraldas es una de las provincias con los mayores índices de pobreza, el terreno fértil para el florecimiento de la delincuencia al más alto nivel. Las consecuencias están a la vista.
Según informó la Fiscalía, varias personas fueron detenidas en Pichincha, Imbabura y El Oro. Estarían vinculadas con grupos guerrilleros y paramilitares. Son acusadas de reclutar, de manera forzosa, a jóvenes para ser parte de sus organizaciones delictivas.
De acuerdo al informe serían parte del Movimiento Guevarista Tierra y Libertad. Según la Policía, a los reclutados les ofrecieron cursos en México y Argentina; pero los llevaron a la frontera colombo-venezolana donde recibieron instrucción paramilitar.
Ayer el país volvió a estremecerse por explosiones fortuitas de materiales cuyo destino era ingresarlos por medio de drones a la Penitenciaria del Guayaquil.
El Estado es atenazado por grupos delictivos de extrema peligrosidad; y ahora hasta de grupos guerrilleros. Al fin, son la misma cosa.
El gobierno tomará nota de esta cruenta realidad. Ecuador no puede soportar las pesadillas vividas por nuestros países vecinos. (O)