Entrar a San José de Calasanz significa que nuestras capacidades van a ser explotadas, que las limitaciones no van a ser consideradas y, sobre todo, que se va a ganar dignidad. Lo otro: las discapacidades y los peros no están adentro, en donde niños y jóvenes estudian y se preparan para tener una vida dirigida por ellos mismos.
Esos han sido las premisas de la Unidad Educativa San José de Calasanz desde que se fundó hace 26 años en Cuenca: dejar de pensar en la discapacidad y pensar en las capacidades.
Sin embargo, aquello no ha sido un camino fácil que empezó cuando la maestra Eulalia Torres tomó la decisión de levantar un centro que mejore considerablemente la vida de los jóvenes con discapacidad.
La idea, que terminaría cambiando la vida de muchísimas personas, surgió porque hasta hace casi tres décadas, en Cuenca los niños y jóvenes con discapacidad solo podían aspirar a llegar a sexto grado. Luego de ese nivel no había más.
Pero un día de 1996, Eulalia se decidió tras escuchar en repetidas ocasiones a una de sus ex alumnas, quien le dijo que quería estudiar. Fue entonces que se fundó San José de Calasanz bajo el lema “educar es dar vida”.
“Una persona tiene vida cuando puede ser persona, cuando puede desenvolverse en la sociedad, cuando puede incursionar en el campo laboral. Eso es tener vida. Y esa fue justamente la finalidad de la institución”, dijo Eulalia a diario El Mercurio.
Siguiendo al pie de la letra los objetivos que partían de la capacidad que tienen todas las personas, sin importar su condición, en un principio San José de Calasanz inició sus funciones con sus talleres, pero la ciudad requería otras necesidades, y se aumentó la oferta académica a la creación de una escuela y de una institución con formación artesanal.
Hoy, la institución forma a niños y jóvenes que han encontrado a maestros y maestras que creen en lo que pueden hacer.
“Lo primero que hacemos en conocer sus habilidades y potenciarlas. Todos ellos tienen muchas habilidades. La discapacidad no es la que ellos tienen sino las que tenemos nosotros afuera, en la sociedad que los apartamos. Acá lo que queremos aumentar esa destreza. Acá demostramos que no hay discapacidad”, dijo Rina Saritama, profesora de la institución.
El arte como medio de expresión
Además de enfocarse en ayudarlos a que dependan de sí mismos mediante sus capacidades, la Unidad Educativa San José de Calasanz ha dado cabida, desde el primer día de su funcionamiento, al arte.
En la infraestructura de la institución hay varios espacios destinados a la pintura, a las artesanías y a las manualidades.
Para Francisco Idrovo, profesor de arte de San José de Calasanz por más de veinte años, la pintura ha funcionado como terapia para que los estudiantes expresen sus gustos, sus pensamientos y creencias, y su estado.
“Acá ponen sus capacidades. Al momento de pintar y trabajar sienten que como personas se superan. Con el arte se liberan”, opinó Idrovo.
Ya sea con el arte o con los objetivos que se ha impregnado en la institución, en San José de Calasanz las familias, los niños y jóvenes encontraron un sitio en donde el término discapacidad definitivamente no tiene cabida.
Sobre la portada de El Mercurio
Wilson Sumba Barbecho, Ivanna Medina Ochoa y Doménica Vinueza Cordero fueron los niños que se encargaron de mentalizar, dibujar y pintar la portada de hoy de diario El Mercurio. Para eso, ellos pensaron en el medio ambiente, una temática que no es ajena en su entorno.
En cada trazo, los niños dejaron su talento luego ser guiados por los profesores Rina Saritama y Francisco Idrovo, no sin antes pensar en el mensaje que los pequeños estudiantes querían dar a los lectores.
En el caso de Doménica, ella pensó en el amor y en el cuidado de los animales. Mientras que Ivanna decidió hablar a través de su dibujo sobre “sembrar vida”, cuya actividad pueden cumplirla todas las personas.
Por último, Wilson decidió pintar un dibujo para concientizar sobre la limpieza en la ciudad de Cuenca. (I)