Los rayos del sol empiezan a cubrir los diferentes rincones de la cabecera parroquial de Turupamba, ubicada al suroeste del cantón Biblián y a 12,1 kilómetros de distancia de Azogues, capital del Cañar. En una banca despintada del parque central está Carmela Vásconez, de 84 años de edad. Nadie más se encuentra en el sitio. El movimiento de personas es nulo.
Esta postal se repite diariamente en dicha parroquia rural de Biblián. La mayoría de sus habitantes, sobre todo, del centro abandonaron a partir de la década de los ochenta la tierra que los vio nacer con la necesidad de buscar mejores días para sus familias. Unos migraron a los Estados Unidos (EE.UU.), mientras que otros prefirieron trasladarse mucho más cerca, a Cuenca, en la provincia del Azuay.
Carmela, quien por su avanzada edad y estado de salud no escucha muy bien, asegura que la falta de empleo es la principal causa para que el centro parroquial se vaya quedando sin habitantes.
La mujer no pudo ser madre, pero crió a dos niños que hoy son personas adultas a los que considera como si fueran sus hijos. Los dos viajaron hace un par de años a los EE.UU., pero solo uno regresó debido a un accidente laboral, quien ahora vive en Cuenca y visita frecuentemente a su madre.
La historia de esta adulta mayor es similar a la de otros pobladores del centro de Turupamba que se dedican a la agricultura, ganadería, así como a la elaboración de los sombreros de paja toquilla. Los pocos habitantes que quedan se niegan a dejar su terruño, pero les preocupa que con el transcurso de los días las casas se van quedando vacías.
La denominada avenida Cuenca -una deteriorada calle de adoquín de aproximadamente 800 metros- refleja esta situación. En el acceso se observan más perros que personas caminando.
Alrededor de diez casas, ubicadas en este calle de estructura de bahareque y madera, están abandonadas. Se caen a pedazos porque sus dueños migraron o fallecieron y sus herederos no intentan arreglarlas porque, al ser patrimoniales, les representa una alta inversión.
Silvia Argudo es una de las integrantes de las cuatro familias que aún viven en esta calle. “Mi esposo tiene hecho cuenta que somos unas 78 o quizás 100 personas que vivimos en el centro parroquial. Mejor las comunidades están más pobladas”, comenta Silvia, quien observa que en abril y agosto -cuando son las fiestas en honor a la patrona la Virgen de la Dolorosa- son las únicas fechas en las que se ve más personas en el centro de Turupamba.
La escuela “Eugenio Espejo” que se ubica en el corazón de la parroquia apenas cuenta con 29 estudiantes desde el nivel de inicial hasta el séptimo de educación básica, es decir niños desde los 3 hasta los 12 años de edad. El establecimiento se inauguró en enero de 1950, tiene 72 años de funcionamiento.
Los pobladores del centro consideran a la escuela como un símbolo que podría desaparecer si continúa reduciendo el número de estudiantes.
Arcesio Argudo, a sus 74 años de edad, recuerda que, cuando fue estudiante de la institución, habían más de 200 alumnos. “Las instalaciones estaban llenas, lo que es todo lo contrario a lo que sucede ahora, donde se ven más paredes que niños”, cita el anciano que vive de la producción lechera.
Realidad
La Junta Parroquial de Turupamba estima que más de 1.000 personas viven en toda la parroquia, de las cuales, 100 están en el centro y el resto distribuidas en ocho comunidades rurales y un barrio. Esto se lo dice en base al último censo nacional de densidad poblacional que podría variar porque existen casos de pobladores que residen en la parroquia, pero están registrados con domicilio político en otros sectores del cantón.
“Es cierto que el factor migratorio afecta el centro parroquial, no obstante las comunidades son las que dan vida a la parroquia”, asevera Walter Vásconez, presidente de la Junta, quien descarta que la localidad sea un pueblo “fantasma”, donde no existan personas.
El gobierno local trabaja incluso en dos proyectos turísticos con el propósito de dar una alternativa a los habitantes para la reactivación económica tras la pandemia de la COVID-19.
Vásconez aspira cumplir, en menos del año que le queda al frente de la junta parroquial, con la construcción de un monumento -tipo sobrero- de la paja toquilla en el parque central, además de la adecuación del mirador natural del sector Zhuriray. Así es la realidad de Turupamba, una parroquia rural donde los apellidos Argudo, Alvarado y Torres se escuchan en cada esquina. Biblián (Cañar).- (BPR)-(I)
DETALLES
– La parroquia rural de Turupamba, tiene 77 años de creación. Se ubica al suroeste del cantón Biblián.
– La localidad tiene ocho comunidades: Jabaspamba, Cochahuayco, Cristo Rey, Parco, San Luis de Mangan, San Luis Alto, Yanacocha y Buena Muerte.