Hay mujeres y algunos son profesionales que debieron optar por el “Sueño Ecuatoriano”.
La Feria Libre, situada al sur de Cuenca, se convierte en el sustento de decenas de venezolanos que migraron en busca de mejores días. En sus alrededores se observa a jóvenes, padres de familia e incluso profesionales que empujan una carreta de madera y metal con ruedas de caucho.
Su jornada como estibadores comienza todos los días alrededor de las 03:00, cuando llegan los primeros camiones repletos de productos de primera necesidad. Son camiones que provienen de otras provincias de la Costa y la Sierra.
Se protegen del frío de las madrugadas cuencanas con sudaderas, pantalones de lana, gorros y hasta guantes, con el deseo de ganar unos cuantos dólares para alimentar a sus familias. Algunos envían incluso remesas para que sus seres queridos que todavía residen en Venezuela puedan subsistir.
Se los reconoce fácilmente por su fisonomía y dialecto que llama la atención de quienes visitan este centro de abastos que antes tenía como principales estibadores a ecuatorianos del centro y norte del país.
Los venezolanos que frecuentan El Arenal son altos, de tez blanca y hay algunos pelirrojos.
Sueños
Carlos Arriaza llegó hace dos años al Ecuador tras desempeñarse como contador público en su país. Migró porque el sueldo no le alcanzaba para mantener a su esposa y ayudar a sus padres.
Buscó por unas semanas un trabajo acorde a su profesión. No pudo acceder a ningún puesto debido a su estatus migratorio, además que tenía que revalidar su título universitario.
Un compatriota le apoyó para que trabaje como estibador. Los primeros días fueron difíciles porque tuvo que adaptarse al horario, al frío y a lidiar con el carácter incomprensible de algunas personas.
Carlos anhela regresar en unos dos o tres años a su país luego de reunir una cierta cantidad de dinero para emprender un negocio propio. Su sueño también es que su hijo, que nació desde hace seis meses en Cuenca, conozca a sus abuelos.
Alberto Corredor, de 30 años de edad, se dedicaba en su natal Maracaibo (ciudad ubicada al noroeste de Venezuela) a reparar toda clase de vehículos modernos y antiguos.
Asimismo, no ganaba lo suficiente y la situación económica empeoraba con el transcurso de los días. Viajó hace dos años en busca de lo que considera el “Sueño Ecuatoriano” porque se gana en dólares.
“Yo estudié, me gradué como mecánico en un instituto técnico”. Esas fueron las palabras de Alberto, quien no dudaría en dejar de ser estibador si se le presenta una oportunidad para demostrar sus conocimientos.
Unos seis jóvenes venezolanos de entre los 15 a 22 años de edad acostumbran a agruparse con sus carretas en la intersección de la avenida Carlos Arízaga Vega y Roberto Crespo Ordóñez. Aquí funciona el área de minoristas “San Joaquín”.
Los hermanos Geovanny y Eiber Ortega, quienes llegaron desde hace dos meses a la ciudad, integran este grupo de estibadores que esperan por los clientes para llevar los cartones de frutas y los sacos de papas, zanahorias, entre otros productos hacia los camiones. Los dos se cuidan mutuamente por los riesgos que representa laborar irregularmente en El Arenal.
Geovanny alquila una carreta de color negro para laborar. Él paga diariamente 2,50 dólares por su herramienta de trabajo, considerando que su ganancia bordea, si amaneció con suerte, los 10 o quizás 15 dólares.
Su meta es estudiar, terminar la preparatoria e ingresar a la universidad pública para graduarse de veterinario. Le fascina desde niño los animales, donde nace su vocación.
Asociación
Yuleimy Gutiérrez, de 34 años de edad, es una de las pocas mujeres venezolanas que labora desde hace un mes como estibadora en El Arenal. Lo hace para apoyar a su esposo en la crianza de sus cuatro hijos.
La mujer, a pesar de que recién se involucró en esta actividad, promueve la creación de una asociación de estibadores denominada “Venezuela”. Los documentos fueron aprobados por las autoridades para garantizar su labor.
Yuleimy sueña en agrupar legalmente a todos sus compatriotas que laboran en la Feria Libre. De esta manera, se respeten sus derechos como cualquier otro emprendedor.
Los “chamos”, como coloquialmente se tratan entre ellos, cada vez son más en la Feria Libre y tienen sueños que aspiran cumplirlos lejos de su Patria. (BPR)-(I)