Inverness (Reino Unido) (EFE).- Lanzan rocas, troncos y martillos en un derroche de fuerza ante un público entregado a sus destrezas físicas. Los «highlanders» escoceses volvieron a reunirse en Inverness para celebrar sus particulares juegos olímpicos, tras dos años de paro por la pandemia.
Alrededor de un anillo olímpico rural, atletas de las Tierras Altas de todas las edades participaron en los Juegos de las Highlands, “uno de los deportes más antiguos del mundo”, afirma Neil Elliott, apodado como «Big Nicky», un fortachón varón de 52 años que lleva más de la mitad de su vida participando en ellos.
Se dice que todo empezó en el siglo XI, cuando el rey Malcom III de Escocia decidió organizar una carrera hasta la cima del monte Craig Choinnich, en la región escocesa de Cairngorms, en su deseo de encontrar la persona más fugaz y convertirla en su cartero personal.
«Esto es diversión, es muy duro, es un estimulante deporte para practicar» dice a Efe Big Nicky, que a pesar de no estar en su plenitud física sigue tirando el martillo escocés -una especie de maza- con soltura, llegando a la treintena de metros.
Estos juegos no entienden de género y su mujer, Elizabeth, también es una de las que compite este sábado, junto a otras atletas. «Lo está disfrutando y le encanta tanto como a mí», afirma.
El público asistente pudo disfrutar tanto de diferentes procesiones de gaiteros como también de un gran número de bailes tradicionales.
“Tienes a muchos turistas que vienen a Escocia a ver los juegos, hay mucha gente hoy aquí, disfrutando de las actividades”, agrega.
Entre los participantes, hoy, estuvieron los dos hermanos más fuertes del mundo, Tom y Luke Stoltman, también escoceses.
«Parece que mucha gente lo ha echado de menos durante estos dos años», dice Tom, que revalidó su título mundial de «hombre más fuerte del mundo» apenas hace unos meses en California, contento de poder estar «todos juntos otra vez de nuevo» en este «gran evento comunitario».
UN TRONCO DE PINO COMO PRUEBA ICÓNICA
«Lanzamos piedras, lanzamos troncos, martillos…», detalla el menor de ellos, Luke -último campeón de Europa-, mientras lo describe como un «escaparate increíble de las tierras altas”.
Tras la competición del martillo, los competidores pasaron al lanzamiento de la Piedra de Inverness, la versión escocesa del lanzamiento de peso, que es de mayores dimensiones que el olímpico.
Mientras estos superatletas continuaban retándose unos a otros, como si de una jornada olímpica se tratase, el público disfrutó de carreras de 100 metros, 200 metros y hasta de relevos, vibrando con los corredores.
Acto seguido, fue el turno del levantamiento de peso, cuya masa de 25 kilos tiene que sobrevolar una barra situada a 1,20 metros de altura.
Así, en un escenario parecido al del salto de altura -aquel en el que, entre 2004 y 2016, Ruth Beitia dio grandes tardes al olimpismo español-, los «highlanders» sustituyen la potencia de las piernas por la de su brazo y espalda, con el objetivo de lanzar el peso por encima de la barra.
Una de las pruebas más icónicas se encargó del último remate de estos Juegos de las Tierras Altas: el lanzamiento de un largo tronco de pino, de seis metros de longitud, que puede superar los 65 kilos.
Para que el lanzamiento sea exitoso, tiene la peculiaridad de que el tronco tiene que dar una voltereta al aire y caer al suelo sobre su cabezal opuesto, de forma perpendicular, para luego aterrizar longitudinalmente como una aguja del reloj marcando las doce en punto. EFE