Con esa frase Seth Godin invitó al evento que el 16 de julio se llevó a cabo en librerías de varios países, en las que autores y voluntarios del “Almanaque del Carbono: Aún no es demasiado tarde” (The Carbon Almanac: It’s Not Too Late) firmaron y promocionaron la obra en la que colaboraron autores de cerca de 40 países, para que con facilidad comprendamos el cambio climático, y se active no solo la conversación sobre el tema, sino también nos empuje a tomar acciones antes de que sea demasiado tarde.
El cambio climático es evidente, inundaciones, sequías y grandes incendios son solo una muestra de sus consecuencias. De hecho, hemos leído y escuchado mucho sobre el tema, pero no tomamos consciencia de que todos podemos y debemos como autores del futuro de nuestro planeta hacer más, lo que estamos haciendo no es suficiente.
Aparentemente reciclar no es complicado, muchos lo hacemos en casa, pero resulta impresionante el pobre trabajo que hacemos en nuestro intento de apaciguar la conciencia ecológica que desarrollamos en el mundo consumista en el que vivimos, y frente a la amenaza ambiental tan presente en los últimos años.
Al visitar una de las plantas de reciclaje locales, entre lo que más me llamó la atención es lo mal que reciclamos. Las fundas celestes llegan con todo tipo de desperdicios, que en muchos casos no solo no son reciclables, sino que además han dañado a material que sí lo es. Cifras de la EMAC indican que apenas el 25% del material que recolectan en las fundas celestes se puede aprovechar como material reciclable.
Según datos del Almanaque del Carbono, una tonelada de papel blanco reciclado salva cerca de dos toneladas de madera, son árboles que no se tumban, aves que no pierden sus nidos, mejor calidad de aire, por nombrar algunos de sus beneficios. Si además tenemos en cuenta que muchas familias locales viven del reciclaje, lo que para nosotros es basura, puede representar para alguien un plato de comida, transporte o medicina; así es que pongámonos metas, que nuestras fundas celestes cuenten. (O)